jueves, 8 de enero de 2009

Rouco, contradicciones y relativismo

Ha sido muy meritoria la iniciativa, por segundo año consecutivo, de defensa de la familia cristiana puesto en marcha por el Episcopado y liderada por Rouco, con concentración en la Plaza de Colón. Al margen, de divisiones, ha demostrado una notable capacidad de convocatoria, muestra de la vitalidad de los movimientos laicales y específicamente del movimiento neocatecumenal, que es sobre quien ha recaído el mayor peso de aportar la gente.
Meritoria, por cuanto, la familia, institución de ley natural, viene siendo muy atacada, con notoria irresponsabilidad, en los últimos tiempos por el poder político.
La cuestión es que las iniciativas de Rouco vienen teniendo la sospecha de cierto matiz político que no les resulta beneficioso. En buena medida, Rouco se ha implicado en las batallas internas del Partido Popular.
Además, en abierta contradicción con sus postulados, en la radio en la que es empresario son habituales las apologías del aborto, e incluso se ha llegado a afirmar que la Iglesia lo admite en el caso de las monjas. Da toda la impresión de que Rouco permite las continuas apologías de la ley de aborto a plazos, o el apoyo sistemático a partidos, como UPyD, que lo propugnan igual que el PSOE, por meras cuestiones económicas (cada vez menos y peores), lo que conlleva una alta dosis de relativismo.
Es decir, desde los medios que controla Rouco, o desde alguno de sus programas, los ataques a la ley natural, y a la familia cristiana, son habituales. Incluso la alianza más clara de la empresa de Rouco es con un diario ultrasensacionalista que se lucra de la prostitución y que es un fervoroso partidario del aborto a plazos, de la investigación con embriones y con la eutanasia.
De esa manera, Rouco parece convocar concentraciones contra sí mismo, o es incapaz de ver la viga en su propia radio.
Todo esto le da un aire renacentista a Rouco pero sin hechura. No hay mejor predicador que fray ejemplo. O bien está predicar la buena doctrina, pero que ponga orden en su propia radio o si no hay cierto aroma de hipocresía.

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