martes, 30 de septiembre de 2008

Como predijo A Fondo: Sube la presión fiscal

La clave de la crisis es que ha llegado al colapso la expoliación de las clases medias que es el nudo gordiano del sistema. Ayer dimos la voz de alarma porque en estos Presupuestos, mediante la no actualización de las tarifas del IRPF con la inflación, sufre la presión fiscal de manera brutal. Ya hay una cuantificación: dependiendo del salario anual del contribuyente, la media estudiada por el diario Expansión es de 400 euros. Los que nos iban a dar y nos quitan cuando estamos asfixiados. Además de pésimo gestor, Zapatero es un mentiroso compulsivo. Las rebeliones empiezan por la fiscalidad y esta es insoportable.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Superados los peores presagios

Reproduzco el inicio de mi libro 'Crisis planetaria, la quiebra del Estado de bienestar'. La demencial política intervencionista del Gobierno norteamericano, establecida como consenso, hace que los peores presagios hayan sido superados. La batalla por la libertad y en defensa de una civilización occidental que se tambalea va a ser muy dura, más aún ahora:

"Avisé en mi libro ‘El manifiesto de las clases medias’ de la crisis que se nos venía encima. No lo digo desde la petulancia sino en descargo de responsabilidad. Esta no es crisis coyuntural. Ni estructural, tal y como la ha entendido tradicionalmente la doctrina económica. Esta es una crisis de sistema, que exige un diagnóstico certero y capacidad de movilización por parte de las clases medias, tal y como la describo y trato de promover en ‘El manifiesto’. Esta es la crisis definitiva de la fórmula ineficiente e injusta por la que grupos parasitarios –colectivos enteros de manos muertas- viven de la depredación de las activas y emprendedoras clases medias. Depredación que perpetra la clase política, con preferencia la de izquierdas, como directores comerciales del proceso, en una degeneración perversa de la democracia, que puede producir daños irreparables a la libertad en el mundo. Y es una crisis de la que, sin ese diagnóstico de fondo y sin esa movilización regeneradora, puede no salirse, porque va más allá de la teoría de ciclos. No vamos hacia una etapa de vacas flacas sino hacia una quiebra del sistema. Exige un esfuerzo titánico de liberalización, que se aplazó, e incluso se archivó, tras la caída del Muro de Berlín, sin extraer sus conclusiones, que hubieran debido conducir a la evacuación del socialismo por el sumidero de la historia.
"Es una crisis planetaria, que la sociedad norteamericana sorteara mejor por su mayor flexibilidad, pero que puede llevarse por delante a la decadente Europa, anquilosada en su excesiva burocratización, atrapada en la adoración a su herrumbroso Estado, y que puede llevar a la miseria y la proletarización de las clases medias españolas. Y, por supuesto, provocará hambrunas intensas y devastadoras en los llamados países del tercer mundo, en buena medida como lamentable homenaje a los tópicos ecoprogresistas de los salones occidentales.Establezco un principio contrastado: cada incremento de la población mundial exige un aumento equiparable de liberalización económica para hacer sostenibles los niveles de población alcanzados".

El intervencionismo crea adicción y lo pagan las clases medias

La enfermedad del intervencionismo produce adicción en los gobiernos. Bajo el pánico de una crisis ante la que ninguno de ellos fue previsor, y menos que ninguno el español, que incluso la negó, en una de las campañas más mendaces de la historia democrática, los gobiernos juegan, a la desesperada, a intervenir más. Las Reservas se dedican a prestar dinero en cantidades cada vez más elevadas para evitar el colapso del sistema financiero. Las consecuencias inflacionarias las pagan los indefensos ciudadanos de las clases medias, los paganos, mientras las medidas adoptadas no consiguen apagar el fuego ni en el corto plazo.
A medio y largo plazo, desde luego, lo que se están primando son las conductas irreflexivas e irresponsables, lo que, en castizo, podría describirse como el intervencionismo de que quien venga detrás que arree.
No se entiende que lo que está en crisis, a nivel planetario, es, precisamente, el intervencionismo y el sistema de expolio de las clases medias.
Es mejor dejar ajustarse al mercado, por doloroso que sea, que seguir haciendo crecer la crisis mediante la elevación de los diques agrietados.
Pero, sobre todo, se hace urgente e imprescindible proceder a drásticas reducciones del gasto público. En ese sentido, la decisión del Gobierno de subir el sueldo a los funcionarios un 3,8% es económicamente una ruina, una apuesta por el suicidio colectivo, e indica que el intervencionismo ha producido una degeneración de la democracia, de modo que nuestro Gobierno –y no es la excepción- es incapaz de restringir sus onerosos compromisos, cuando entiende que pueden dañar sus expectativas electorales.
Es preciso cerrar ministerios y consejerías, replantearse el Estado autonómico en su conjunto, enflaquecer nuestros ayuntamientos.
Es preciso introducir competencia, calidad y excelencia en nuestro deteriorado sistema educativo mediante el cheque escolar a las familias.
Es preciso salir del sistema actual de pensiones antes de que se haga insostenible y marcha hacia fórmulas intervencionistas, pero más eficientes, como el sistema de capitalización.
Es preciso reducir el gasto sanitario y en medicamentos, con fórmulas de copago.
La crisis no la pueden pagar siempre los mismos: las clases medias. Porque si las sigue empobreciendo no habrá nadie para pagar impuestos y todo el sistema se vendrá abajo, entrará en colapso no sólo el sistema financiero, sino el conjunto. Si bajan los cotizantes y aumentan los subsidiados, cualquiera puede entender, salvo Zapatero, que se va hacia un desastre colectivo. El modelo intervencionista ha fracasado, está en quiebra, pero lejos de reformarse está en una inquietante y peligrosa huida hacia delante que va camino de convertir la crisis de modelo en una crisis de civilización.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

El crack del 29 lo provocó el intervencionismo

Sabemos que la intervención del Gobierno norteamericano y la Reserva Federal irá mal. Lo sabemos porque, de hecho, el intervencionismo es el experimento más extensa e intensamente puesto en práctica, y el más fallido. Parte de graves errores intelectuales como la capacidad de los políticos para resolver los problemas humanos, con cargo al contribuyente, la suposición de que estos controlan el flujo de información necesario para tomar las decisiones y la suposición de que sus buenas intenciones producirán los efectos deseados.
Sabemos que esa intervención irá mal, porque nosotros somos, en España, víctimas de un intervencionismo compulsivo, cuyo ajuste ha empezado a producirse.
Y lo sabemos porque el crack del 29 fue causado por el intervencionismo.
Dejo constancia de aquellos tiempos, en el siglo XIX, en los que el Estado sólo controlaba el 9% del gasto del PIB y el Imperio británico se gobernaba en un chalecito de Londres con una veintena de funcionarios o cuando se denunciaba el Estado policial británico cuyo Ministerio de Interior contaba con otra veintena de funcionarios.
La primera guerra mundial implicó un incremento exponencial del estatismo. Fue una lucha entre estados expansivos. Las gentes vivieron, trabajaron y murieron por y para el Estado. Alemania creó el “socialismo de Estado” y en Rusia se hizo con el poder la mayor secta de asesinos de la historia, el comunismo. “Hasta que apliquemos el terror –fusilamiento en el acto- de los especuladores, nada conseguirmos”, exhortó a la Cheka. Una de las cientos de citas en las que Lenin exigía fusilar y matar a grupos cada vez más genéricos y extensos de personas.
Sólo Estados Unidos procedió a reducir su Estado tras la conflagración. El presidente Harding consiguió reducciones del gasto oficial de casi el 40%. Su sucesor, Coolidge todavía exhibía la filosofía de la responsabilidad y el gobierno limitado. “Los seres normales tienen que cuidar de sí mismos. El gobierno propio significa sostenerse uno mismo. En definitiva, los derechos de propiedad y los derechos personas son la misma cosas”, pues “el gobierno y los negocios deben mantenerse independientes y separados”.
La crisis del 29 dio al traste con tales principios. Estados Unidos había superado otra, en 1920, permitiendo que el mercado se autoregulara, pero entres medias, se había creado la Reserva Federal norteamericana y ésta nació con la decisión de intervenir. “Los bancos de la Reserva Federal –decía su informe anual de 1923- son la fuente a la que acuden los bancos afiliados cuando las exigencias de la comunidad empresarial han superado sus propias reservas individuales. La Reserva Federal aporta los complementos necesarios del crédito en períodos de expansión comercial y absorbe la caída en momentos de crisis comercial”.
Cuando Hoover llegó al poder los mecanismos que llevarían a la crisis ya estaban en marcha. Hubo una gran corrupción en los préstamos internacionales a gente realmente indeseable, que empezaron a dar fallidos, y el dinero estaba con tipos de interés artificialmente bajos. Había que haber dejado que estos se elevaran a su nivel natural, pero Hoover decidió intervenir. Exigió a los empresarios que mantuvieron altos los sueldos, incrementó sustancialmente las inversiones públicas, subvencionó a los agricultores y ello disparó la deuda, incurriendo en un enorme déficit de 2.200 millones de dólares. La participación del Estado en el Producto Interior Bruto dio un salto del 16,4% en 1930 al 21,5% en 1931.
Hoover adujo para su continua huida hacia delante el hecho de encontrarse ante una situación extraordinaria. “La batalla librada con el fin de poner en movimiento nuestro mecanismo económico en esta emergencia adopta nuevas formas y, de tanto en tanto, impone nuevas tácticas. Aplicamos esas atribuciones de emergencia para ganar la guerra; podemos emplearlas para vencer la crisis”.
La persistente intromisión oficial hizo que la crisis se agravara y terminara degenerando en pánico. Señala Paul Johnson que “el derrumbe de 1929 reveló además la ignorancia y la ingenuidad de los banqueros, los hombres de negocio y los expertos de Wall Street y los economistas académicos que no comprendían el sistema al que habían manipulado tan confiadamente. Habían intentado reemplazar con sus propias medidas bienintencionadas lo que Adm Smith llamaba ‘la mano invisible del mercado y habían provocado el desastre”. La crisis del 29 significó un retorno al proteccionismo. Por todas partes florecieron las tarifas aduaneras.
En Rusia soviética, coincidió con la colectivización del campo llevada a cabo por Stalin, que llevó a la pavorosa hambruna de 1932, en la que murieron hambreados más de tres millones de personas, después de que diez millones campesinos fueran asesinados por negarse a abandonar sus tierras para incorporarse a las granjas colectivas.
Hitler ascendió al poder en la depauperada Alemania azotada por la crisis, con una inflación galopante y un paro desbocado. En 1930, el desmpleo alcanzaba en Alemania el 20%, en 1921, el 37% y en 1932 escaló hasta el 43,7.
“La recuperación real y el retorno de la atmósfera de auge de la década de los veinte sobrevino en Estados Unidos sólo el lunes que siguió al fin de semana del Día del trabajo, en septiembre de 1939, cuando la noticia de la guerra en Europa sumió a la Bolsa de Valores de Nueva York en una gozosa confusión que terminó por anular el recuerdo de octubre de 1929”.
Las dos guerras mundiales –y aún más la segunda- fueron la confrontación de estados en crecimiento expansivo y los conflictos bélicos no hicieron otra cosa que alimentar esa voracidad.

martes, 23 de septiembre de 2008

En Seguridad no se debe ahorrar

El anarcocapitalista Murray Rothbard y el minarquista (defensor del Estado mínimo), Robert Nozick mantuvieron una apasionante polémica sobre las funciones del Estado. En su libro ‘Estado, anarquía y utopía’. Nozick defendió que el sentido básico del Estado es ser la agencia hegemónica de seguridad, frente a Rothbard partidario de la libre concurrencia de agencias de seguridad privadas y, por ende, de la desaparición del Estado. Esas agencias privadas existieron con los señores feudales, y se fue produciendo un proceso que lleva a la asunción del monopolio de la violencia por parte del Estado.
O el Estado asegura la seguridad o pierde sentido su existencia. Los ciudadanos pagan impuestos básicamente a la agencia de seguridad estatal. Si el Estado no asegura la seguridad carecería de sentido pagar impuestos.
Existen indicios alarmantes, denunciados desde A Fondo, de que el Estado, y su plasmación en el Gobierno, están dando pasos que pueden cuestionar muy seriamente la seguridad de los españoles, en un momento, en el que la crisis económica, hace previsible un aumento de la conflictividad y de la delincuencia.
La Policía Nacional, y seguramente la más silente Guardia Civil, están recibiendo órdenes y criterios que pueden limitar muy seriamente su operatividad. Las órdenes escritas hablan de una austeridad completa, propia de un Estado en ruinas. El ministro del Interior aventura que los Presupuestos próximos para su Departamento serán ‘tremendos’.
La Policía Nacional y la Guardia Civil arrastran una situación de sueldos bajos para quienes se juegan la vida cada día en defensa de la libertad y la seguridad –ambas van unidas- de los ciudadanos. El Ministerio del Interior no parece dispuesto a resolver el agravio comparativo con las policías autonómicas y con las municipales.
Las órdenes verbales que han denunciado los sindicatos policiales incluyen la suspensión de prácticas de tiro, que han de ser trimestrales, y la recomendación de hacer menos patrullas con los coches para gastar menos gasolina. Incluso algunos coches patrulla no están operativos porque no se les cambia el aceite.
Este Estado que se mete en todo, que subvenciona a cineastas y cantantes, que financia a ecologistas, feministas y onegés varias, descuida lo fundamental. En seguridad no se puede ahorrar, como tampoco en Defensa, porque eso, y no otra cosa, es el Estado.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Traidores contra las clases medias

Ante la grave agresión a la libertad económica perpetrada por el Gobierno de los Estados Unidos y la Reserva Federal, que pagarán con presión fiscal los contribuyentes (las clases medias), y las declaraciones del presidente de la CEOE pidiendo un “paréntesis en la economía de mercado”, reproduzco unos párrafos de mi libro “El manifiesto de las clases medias”, publicado en 2007. Corresponden al capítulo titulado “Traidores contra las clases medias”:

No se hubieran alcanzado los actuales elevados niveles de depredación de las clases medias de no haberse producido arteras traiciones. Una de las más llamativas es la de los empresarios. Habían de ser estos quienes lideraran la rebelión de las clases medias, pues, de forma natural, pertenecen a ellas y son, de alguna manera, su culminación. La función empresarial es universal, ya que todos toman decisiones autónomas de carácter económico, mas sólo en algunos se plasma esa realidad de una manera plena. Avisaban los clásicos que toda reunión de empresarios degeneraba en conspiración contra los consumidores y en estrategias para establecer lucrativos y gravosos monopolios. No erraban, se quedaban cortos.
Hay, sin duda, empresarios que asumen el riesgo creador y son, a su vez, depredados, pero una buena parte de ellos y, sin excepción, sus organizaciones patronales han sucumbido al mercantilismo del poder y se han convertido, a su vez, en depredadores. Las clases medias son partidarias de la competencia no de lo retórico privado parafiscal. El paisaje está poblado de trampas y subterfugios. Por todas partes hay oligopolios ‘privados’, monopolios ‘privados’, concesiones administrativas a grupos ‘privados’, restricciones al mercado –a la libre concurrencia- gestionadas por entidades ‘privadas’. Parasitismo fiscal de alto standing. Depredadores de cuello blanco. Piratas del intervencionismo. En las reuniones actuales de los grandes empresarios se debate sobre los pactos necesarios con el poder político para depredar a las clases medias, en una francachela de corrupción común, de degradación mutua.

viernes, 19 de septiembre de 2008

El capitalismo ha muerto, ¡viva el capitalismo!

Hoy es un día triste, muy triste, para la libertad en el mundo. La más grande potencia a favor de la libertad que ha dado la historia de la Humanidad, como la definió Margaret Thatcher, se ha desbocado por la senda del intervencionismo, esa enfermedad que crea adicción. El Gobierno conservador de George Bush, con el impulso de la fracasada Reserva Federal, se dispone a dilapidar “cientos de miles de millones” de dólares, de los contribuyentes, para –dice- afrontar la crisis. Sólo conseguirá agravarla. Según Bush, la intervención “no sólo está justificada, es esencial”. El dogmatismo trae un bálsamo temporal al pánico colectivo, pero traerá males mayores y situará a Bush como uno de los peores presidentes de la historia de los Estados Unidos. Se produce, además, una agresión a la libre empresa con la prohibición temporal a casi ochocientas empresas de inversión especializadas en ventas a corto plazo. Un medio de comunicación señala que “el Congreso y el Gobierno estadounidenses ultiman un plan que podría suponer la mayor intervención de los poderes públicos en el mercado de la Historia”. Las bolsas han reaccionado compulsivas y eufóricas ante el festín mercantilista. Este desastre lo pagarán los contribuyentes y empobrecerá aún más a las sociedades, a los ciudadanos de las clases medias. Como cuestión no menor, se incrementa la perversión de la democracia. Hoy es un día triste, muy triste, para la libertad en el mundo. El capitalismo ha muerto. ¡Viva el capitalismo!

jueves, 18 de septiembre de 2008

La izquierda parasitaria bate récords de impostura

La izquierda parasitaria es irreductible al desaliento en cuanto a la mentira y la propaganda. Tras haber negado la crisis, tras haber llamado antipatriotas a quienes denunciábamos, por sentido de la responsabilidad, la crisis del modelo intervencionista, montado sobre la expoliación de las clases medias, ahora, mostrando su habitual impostura y de manera harto previsible, han iniciado una de sus campañas tortuosas y simplonas señalando al liberalismo y al mercado, como los responsables de la crisis.
Se trata de salvar a esa esfinge sonriente en que ha devenido Zapatero y de salvarse a sí mismo, porque la fracasada izquierda ha devenido en una fórmula de privilegios para vivir del cuento, a costa de los demás.
Aunque es históricamente muy grande la impostura de esta izquierda que fracasó con estrépito al tiempo que caía el Muro de Berlín, y que ha extendido su agonía a la sociedad mediante la manipulación, ahora, cuando su fracaso es patente, cuando el Gobierno socialista es un mero fantasma que deambula por el escenario, se están superando y batiendo récords en su falta de rigor intelectual y de decoro.
Dice Iñaki Gabilondo que el liberalismo “se está desplomando como se desplomó el comunismo en 1989”. Escribe Enric Sopena que “nos han intoxicado durante más de dos décadas –sobre todo coincidiendo con la caída del Muro de Berlín y, por ende, del comunismo soviético- y nos han comido el tarro propagando las excelencias del libre mercado. Nos han reiterado que la socialdemocracia era una antigualla y que sus fórmulas conducían al desastre”.
Arden, se hunde España en la ruina, mientras el neroncillo de La Moncloa toca desafinado su organillo con gastado soniquete.
La solución es una nueva liberalización, una profundización en la liberalización y el mercado, que no se hizo en la década de los ochenta. Esta es crisis planetaria porque suma las ineficiencias de todos los intervensionismos del mundo, porque no se ha puesto final al comunismo que infectó a las sociedades abiertas, sino que el expolio y la ineficiencia han sido considerados como ‘conquistas sociales’, porque la población trabaja y se desloma, frita a impuestos, para que los aristócratas de la izquierda –siempre con dinero público, siempre con concesiones administrativas gratuitas, que, al menos, debían ser mediante subasta- vivan como sanguijuelas –periodistas prisaicos, cineastas, cantantes, ecologistas, feministas, onegés y todo ese largo etcétera del parasitismo fiscal, como los miembros del Consejo de Administración de RTVE que cobran, por no hacer nada, 25 millones de las antiguas pesetas al año- del esfuerzo de las clases medias.
El liberalismo es hoy, más que nunca, la solución; el socialismo parasitario es hoy, más que nunca, el problema.
Zapatero tiene que irse y el PSOE disolverse –pertenece a la inmundicia de la especie, a los peores errores intelectuales- porque la situación económica y social no se aguanta.

(Editorial del programa A Fondo, Radio Intereconomía, de 21 a 22 horas)

martes, 16 de septiembre de 2008

Obama, viejo peligro para las clases medias

La distancia mitiga los aspectos emocionales que parecen ser fundamentales en las elecciones norteamericanas, aunque resulta difícil sustraerse al influjo de la categoría moral de Sarah Palin, con sus valores personales y familiares.
La distancia hace que destaquen más los aspectos racionales. En torno a Barack Obama se ha gestado una de esas costosas campañas de propaganda progresista, llenas de vago sentimentalismo, abundante en términos genéricos como ‘cambio’, que ni se permiten definir.
En Obama y en su programa de lo que no hay nada es de novedad. Las propuestas de Obama abundan en uno de los errores más experimentados: el de que es el político, con el presupuesto y la burocracia, el que puede resolver cualquier problema humano. Fatal arrogancia. Miseria asegurada.
El programa de Obama es un catálogo de intervención estatal y aumento del gasto público. Esto no tiene nada de cambio.
Obama ha hecho una exitosa gira por Europa. Si se hubiera apeado del márketing, podría haber comprobado que su programa resulta inservible y perjudicial para la sociedad norteamericana.
Lo que ofrece Obama se parece demasiado a lo que está llevando a Europa a la decadencia, la recesión y la estanflación, sin atisbos de solución ni a medio plazo. Una Europa atenazada por su burocracia y el despilfarro disfrazado de gasto social, cuyo Estado de bienestar chirría y se va a venir abajo estrepitosamente.
De hecho, quienes están sorteando menos mal la crisis, como Alemania, han introducido correcciones a ese Estado de bienestar, como ya lo hizo en su día Suecia.
La gran medida de Francia es no cubrir las plazas de funcionarios que se jubilen. Así están las cosas en Europa por el exceso de intervencionismo, porque ésta es la crisis del intervencionismo, como he descrito en mi libro ‘Crisis planetaria’.
Es previsible que los europeos no puedan mantener abiertos sus hospitales o sus colegios estatales. Al tiempo, puesto que están descendiendo los cotizantes y aumentando los subvencionados, vía paro, por ejemplo.
Lo que me resulta más curioso de Obama es que se dirige a las clases medias. Acierto estratégico, porque en las clases medias se va a ir decidiendo el futuro. Obama contrapone a las clases medias con los ricos, lo cual carece de sentido, porque los ricos son también clases medias. Estas las componen quienes viven de su esfuerzo y a cuenta de los demás.
Me resulta incluso asombroso porque el programa de Obama es un catálogo de agresiones a la misma existencia de las clases medias. En Europa ese tipo de políticas que él propugna están empobreciendo a las clases medias, haciéndolas menguar y poniéndolas en riesgo de extinción.
Si algo es Obama es un peligro para las clases medias. El viejísimo peligro del intervencionismo: pasar de una sociedad de oportunidades dinámica a otra anquilosada dependiente del Estado expansivo. ¡Ojalá gane McCain!

lunes, 15 de septiembre de 2008

Datos demoledores para Zapatero

Aunque considero la segunda legislatura de Aznar la ‘ocasión perdida’ y sin bien no modificó las bases del sistema, la pretensión zapateril de endosar toda o parte de la responsabilidad de la crisis a los ‘gobiernos del PP’ es una consigna que supera todos los niveles de la impostura: Zapatero lleva gobernando cinco años, se hereda a sí mismo. Además, los datos resultan demoledores para Zapatero y su argumentario.
En los ocho años de gobierno aznarista, y de presencia de Rato al frente de Economía, se redujo la deuda del Estado en 18 puntos: del 68,1% del PIB en 1996 al 50,1% en 2004. Eso representó un ahorro anual en intereses de 1.700 millones de euros. En 1996, la renta española se situaba en el 78% de la media europea. El mismo porcentaje de 1976. En 2003, fue del 86%. La diferencia se redujo un punto cada año. Entre 1997 y 2000, la tasa de crecimiento se situó en el 4,2%, un punto por encima de la media de los países de la OCDE. Entre 2000 y 2004 fue del 2,5, mientras Francia y Alemania se estancaban.
El socialismo dejó el país con un paro del 22%, afectando a 3,7 millones de personas. Las afiliaciones a la Seguridad Social eran 12,3 millones, las mismas que en 1976. Con el gobierno del PP, los cotizantes pasaron a 16,6 millones: 4,3 millones de puestos de trabajo más. De hecho, durante esos años España creó el 50% de los empleos de toda la Europa comunitaria. La mitad de los nuevos puestos de trabajo fueron ocupados por mujeres. Desde 1996, el número de trabajadores con contrato indefinido creció en 3,3 millones.
El tejido empresarial no hizo otra cosa que ampliarse: 2,6 millones de empresas en activo. España pasó a ser un país inversor. Entre 1990 y 1995, las empresas españolas invirtieron en Iberoamérica 5.000 millones de dólares. Entre 1996 y 2000, esa cifra se elevó a 105.000 millones.
De la solvencia adquirida por la marca España da idea el hecho de que la prima riesgo país estaban, en 1995, en torno a 600 puntos básicos. Pasó a cero. España pasó a ser una nación fiable.
El ‘milagro económico’ se basó en las privatizaciones. Una política que unos años antes había puesto en práctica Margaret Thatcher en Inglaterra con resultados altamente satisfactorios. “Nos propusimos –ha escrito Aznar en su libro Ocho años de gobierno, una visión personal de España- demostrar que cuanto más austero fuera el Estado y más libre fuera la economía, menos posibilidades de corrupción habría y más progresaría España”.
De idéntica manera al ‘capitalismo popular’ de la ‘dama de hierro’, se sacaron a bolsa las empresas estatales, algunas de ellas con carácter de monopolio, y la respuesta fue un incremento de los pequeños inversionistas. Se privatizaron Argentaria, Enagás, Repsol, Endesa, Telefónica, Aceralia, Tabacalera, Iberia y Santa Bárbara. “Cuando llegamos al Gobierno –reseña Aznar- nos decían que aquello de las privatizaciones era otra idea imposible. Llegaron a recomendarnos incluso, literalmente, que vendiéramos Iberia por una peseta; es decir que la regaláramos. Hoy es una empresa rentable. Se deduce que no habríamos hecho un buen negocio, aunque eso era lo de menos”.
El Estado consiguió liquidez, las empresas privatizadas empezaron a obtener beneficios y se desregularon sectores, como la telefonía, provocando la aparición de una sana competencia que mejoró y amplió los servicios abaratando, al tiempo, los costes para los usuarios.
Fue una demostración palpable de la superioridad económica y moral del mercado y la libertad personal frente al intervencionismo y la coacción estatal. Una inhabilitación en la praxis del socialismo que la izquierda nunca le perdonará a Aznar y explica, al margen del carácter difícil y antipático del personaje, el odio con el que le ha distinguido.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Artículo sobre mi libro 'Crisis planetaria'

Reproduzco un artículo del blog lanuevacuba.com, donde se hace referencia a mi libro 'Crisis planetaria, la quiebra del Estado de bienestar'.

EL FEDERALISMO Y LAS AUTONOMIASOPCIONES DEMOCRATICASY PARTICIPATIVAS
Por Gerardo E. Martínez-Solanas *Columnista E.U. La Nueva CubaJunio 8, 2008

La democracia participativa es un sistema político que utiliza frecuentemente el mecanismo plebiscitario de consulta popular pero, sobre todo, uno que aplica el "principio de subsidiariedad", por el que la autoridad establecida debe asentarse en las instancias más cercanas a los interesados. Por tanto, la autoridad central asume su función subsidiaria sólo en aquellas cuestiones que, por diferentes razones, no puedan resolverse eficientemente en el ámbito local o más inmediato. Es un principio que sugiere la descentralización del gobierno mediante mecanismos federales o confederados que den mayor autoridad a las entidades provinciales (estatales) o municipales en la aplicación de políticas y en la toma de decisiones públicas. Muchas de estas decisiones se resuelven mediante el plebiscito y el referendo. Es así como el Tratado de la Comunidad Europea (TCE) lo adoptó en su Artículo 3B, acordando que "la Comunidad intervendrá, conforme al principio de subsidiariedad, sólo en la medida en que los objetivos de la acción pretendida no puedan ser alcanzados de manera suficiente por los Estados miembros, y, por consiguiente, puedan lograrse mejor, debido a la dimensión o a los efectos de la acción contemplada, a nivel comunitario."
Al otro lado del océano, otra Unión de Estados quedó constituida hace más de dos siglos en un sistema federal ampliamente descentralizado que ha ido evolucionando hasta aplicar más que en ninguna otra parte del mundo (incluyendo a Suiza) la consulta popular para tomar decisiones a nivel comunitario, municipal y/o estatal (provincial). Los Estados Unidos son un conglomerado de Estados federados con sus propias Constituciones, su milicia (articulada como "Guardia Nacional"), senadores, legisladores, tribunales supremos y, además, el privilegio de tener cada uno su peso específico de "electores" (basado en una fórmula favorable a los Estados menos poblados) que da carácter singular a un proceso eleccionario donde cada Estado "vota" a nombre de la mayoría obtenida en las urnas, en lugar de sumar votos populares para determinar una mayoría nacional. Esto le da autoridad al Estado frente al conglomerado de la nación. No obstante, tales líneas divisorias, aunque muy precisas y definitorias, se disipan hasta fundirse en una firme voluntad nacional que aúna los propósitos hacia una meta común.
Este sistema federal, con diversas variables, se aplica en algunos otros países y se ensaya tímidamente en pocos más. No es el caso de España, aunque pueda parecerlo. En la península se da un fenómeno de autonomías con identidad "nacional". Es un nacionalismo en miniatura que se alimenta de rivalidades. Lejos de buscar la coordinación a nivel nacional, se disgrega y debilita en la búsqueda de identidades separatistas. Este fenómeno no redunda en beneficio de una mayor participación democrática sino de un hipertrofiado burocratismo y una lamentable y reiterada duplicación de funciones.
España es más pequeña que el Estado de Texas y poco mayor que California, Montana o Nuevo México. Con tan escasa extensión territorial y menos del 13% de la población de EEUU, pretende mantener 17 entidades autónomas con sus respectivos presidentes, su cortejo de más de 350 ministros (sin contar a los provinciales), 71 parlamentos, 18 consejos de Estado, con sus correspondientes fiscalías (defensores del pueblo), tribunales de cuentas, diplomáticos, estaciones públicas de radio y TV, organismos autónomos, etc.
La enorme burocracia resultante desborda aún más con los costos del mantenimiento de 69 boletines oficiales, 69 aparatos de propaganda y publicidad institucional, 69 editoriales de publicaciones oficiales e infinidad de otros gastos derivados de este redundante aparato democrático.
Una controversial crítica de este atiborrado sistema en un largo ensayo de reciente publicación ("Crisis planetaria: la quiebra del Estado de bienestar", por Enrique de Diego; Rambla Media Ediciones) me ha inspirado a denunciar esta aberración "democrática" distorsionada por el burocratismo. Si bien España ha dado al mundo un notable ejemplo de transición a la democracia, a partir de la dictadura de Franco, las libertades adquiridas se han desbocado en un frenesí de pugnas políticas que la alejan de esa democracia participativa que se nutre de un consenso nacional unificador de las leyes, el orden y los propósitos comunes.
Es curioso que esto se haya producido en un sistema donde ha predominado la tesis socialista, que tiende a ser centralizadora del poder del Estado. Semejante dicotomía provoca aún mayor burocratismo porque la redundante tendencia centralizadora se manifiesta entonces dentro de esa multitud de mini naciones "españolas".
No cabe duda de que no es previsible en el futuro próximo una marcha atrás en el proceso de las autonomías, pero considerando que España ya es parte de ese asombroso y ejemplar experimento de "confederación" europea, bien podrían sus dirigentes nacionales y regionales despertar a la realidad prometedora de un federalismo ibérico que acercara las autonomías a un concepto nacional de colaboración política, social y económica.
En esta dirección puede tomar impulso dentro del molde paradigmático europeo una genuina democracia participativa que obligue a los políticos españoles a optar por una mayor conciencia nacional ante la exigencia de iniciativas populares sometidas a la consulta ciudadana. Se trata de dar forma al saludable concepto democrático de "unidad en la diversidad". Al ampliar el proyecto democrático hasta un alto grado participativo, la diversidad de las autonomías en una unidad nacional podría llegar a abarcar a toda la península en una gran nación ibérica, incluyendo a Portugal y sus regiones.
Estas reflexiones sobre dos países (Estados Unidos y España) que, desde sus divergentes perspectivas políticas, son paradigmas de la democracia, provocan una lastimosa comparación con otros que padecen el autoritarismo y la omnipotencia del Estado bajo el engañoso disfraz de la "democracia participativa", una calificación autoproclamada que no tiene base sobre los hechos. Así se apropian del concepto, como modelo propio, los gobernantes de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
En Bolivia, por ejemplo, el gobierno nacional intenta ferozmente centralizar el poder y llega al extremo de proceder a la exclusión forzosa de los constituyentes de la oposición, a quienes se impidió violentamente participar en los debates, para "aprobar" sin más negociaciones una Constitución que confirme este autoritarismo. El propósito centralizador se manifiesta con mayor crudeza ante la agresiva reacción del poder central, que desconoce y denuncia como "ilegal" y "separatista" la consulta popular en referendo celebrada en algunas regiones del país, convocada como reacción a ese ejercicio de la fuerza en la constituyente. Muy lejos están los promotores de las autonomías regionales en Bolivia de emular los fueros nacionalistas de las autonomías españolas. Solamente aspiran a que se aplique en sus regiones el principio de subsidiariedad y no buscan en modo alguno una identidad cultural, étnica o política que divorcie a esas regiones de su carácter intrínsecamente boliviano.
Mientras tanto, los gobernantes de Cuba y Venezuela han proclamado una "democracia participativa" en sus respectivos países, pero la participación democrática estructurada y efectiva brilla por su ausencia. Se gobierna mediante la movilización de las masas y la aprobación a mano alzada y por aclamación de los dictámenes del poder central. En ambos países se ha creado una Asamblea Nacional que supuestamente actúa de conformidad con los mandatos emanados de la base popular; no obstante, lo que se observa son cuerpos "legislativos" monolíticos y unipartidistas que responden unánimemente al líder y aprueban sin discusión sus dictados.
En cuanto a la consulta popular, las iniciativas surgidas en Cuba, dentro de las exigencias constitucionales para la recogida de firmas y la presentación formal de la petición de referendo ante la Asamblea Nacional, han chocado con el más absoluto hermetismo y desprecio de las autoridades de facto. En Venezuela, donde el centralismo autoritario no ha triunfado del todo todavía, las pocas consultas populares realizadas han sido manipuladas para promover las ambiciones del Presidente Chávez con una serie de presiones e irregularidades electorales, pero también mediante la casi absoluta centralización de los medios de comunicación y propaganda, así como de la utilización de los recursos del Estado para promover la gestión política del líder venezolano.
En tales circunstancias no podemos los amantes de la democracia tolerar que los regimenes de fuerza pretendan aplicar demagógicamente la calificación de democracia participativa a su lamentable sistema de gobierno. Tenemos la obligación de defender a brazo partido los conceptos y principios que promueven la colaboración popular mediante mecanismos eficaces de participación en un régimen de derecho. Igualmente debemos enfrentar los esfuerzos por desarrollar "autonomías" que no tengan un propósito específico de subsidiariedad mediante un diáfano mecanismo de participación. Cualquier otra cosa es un fraude y un atentado a los derechos civiles y las libertades fundamentales de los ciudadanos.

El loro tiene obesidad mórbida

Mientras se incrementa el paro, la casta política nacionalista no cesa en su despilfarro. La Generalitat catalana ha abierto una nueva ‘embajada’ en Nueva York. El gobierno autónomo catalán ya tiene abiertas sedes de representación en Londres, París y Berlín.
Londres y Berlín cuestan, cada una, 180.000 euros al año. A ese dinero, hay que sumar los sueldos de la plantilla y el del delegado, que cobra lo mismo que un director general de la Generalitat: hasta 87.596 euros brutos anuales.
Como la casta política nacionalista se concede a sí misma total impunidad en nombre de la pesadilla identitaria, no les asombrará que, dados los cuantiosos emolumentos, uno de los delegados sea Apeles, el hermanísimo de Carod-Rovira.
Como con el dinero de otros hacen fiesta los devotos...nacionalistas, la Generalitat catalana, que se queja de falta de recursos, tiene previsto abrir otras dos sedes diplomáticas en México y Argentina.
Por supuesto, las relaciones internacionales deberían ser competencia exclusiva del Estado, por la lógica de que esa es una función básica.
También por una lógica económica aplastante: no podemos llenar el mundo de diecisiete embajadas. Casi todas las autonomías tienen oficina en Bruselas. La Xunta de Galicia tiene abierto un garito en Buenos Aires, con visos de oficina electoral partidista pagada con el dinero de todos.
Vender a la opinión pública con que nuestra crisis es un mero efecto reflejo de las subprime norteamericanas es un mero engaño. Sumamos a la crisis del modelo intervencionista, la del modelo político. No hay sociedad que soporte tanto despilfarro. Tanta falta de sentido común. Y hemos llegado al punto de que la sociedad no lo soporta por el pilar fundamental: el económico.
Toda esta mediocre casta política nacionalista nos sale por un ojo de la cara. Tenemos a ayuntamientos, diputaciones, autonomías y Estado central con dificultades, cuando al borde de la quiebra, en plena pelea de gallos por los dineros escasos. Nuestra crisis nos la hemos ganado a pulso.
Alguno dirá que el dinero de esas embajadas es el ‘chocolate del loro’. Bueno, es que el loro es chocolateadicto. Aquí el loro tiene obesidad mórbida.
(Adelanto la próxima publicación de un libro titulado ‘Para enterrar el nacionalismo’)

jueves, 11 de septiembre de 2008

Comentario a 'Mileuristas' y 'Crisis planetaria'

Reproduzco el comentario de Juan Manuel Blanco, máster en Economía por la London School of Economics, y profesor titular de la Universidad de Valencia, sobre mis libros 'Mileuristas: los nuevos pobres' y 'Crisis planetaria'.

Los libros de Enrique de Diego “Crisis Planetaria” (103 páginas) y “Mileuristas: los nuevos pobres” (78 páginas), ambos publicados por la editorial Rambla media, son dos textos cortos que se dejan leer con facilidad.
“Crisis Planetaria” plantea la tesis central de que nos hallamos ante una crisis de modelo, causada por las ineficiencias generadas por el excesivo peso del sector estatal y paraestatal, incluyendo en éste último a todos aquellos que viven de la subvención pública. Según el autor, para salir de la crisis sería necesaria una importante liberalización, con el consiguiente desmantelamiento de muchas estructuras y esquemas estatales.
Para De Diego, el sistema vigente en España se caracteriza por una hipertrofia del Estado, reflejada por una gigantesca inflación de cargos políticos si se suman los correspondientes a la Administración Central, Autonómica, Provincial y Municipal. Son miles de cargos, cada uno de ellos con una corte de asesores. Y también por el descomunal crecimiento de grupos que, envueltos en una coartada supuestamente moral y caritativa, se afanan en vivir del presupuesto, es decir, a costa de los demás. Es lo que el autor llama el “pilla pilla presupuestario”, fenómeno en el que los términos del lenguaje se trastocan: el que pretendidamente desea hacer una obra generosa cobra dinero en lugar de darlo. De este modo, legiones de personas viven a costa de los sectores activos de la sociedad, de aquellos que pagan los impuestos, que el autor denomina las “clases medias”.
Resulta también interesante en el libro la reflexión acerca del proceso que ha llevado a donde nos encontramos. De Diego plantea el origen en la caída del muro de Berlín con la conversión de los antiguos marxistas en funcionarios de la mente. Aprovechando el dominio izquierdista en sectores clave como las universidades, los medios de comunicación, el arte, la cultura y el cine, la estrategia consistió en “regar” con millonarias subvenciones a estos grupos con el fin de que difundiesen en la sociedad unas ideas falsas que justificasen el mantenimiento de la casta política y la expoliación de las clases medias. Entre estas ideas cabe destacar lo que llamaríamos a) la “cultura de lo gratis” o creencia de que el Estado proporciona servicios gratuitos (cuando esto no existe pues todo lo paga el contribuyente), b) la palabrería de lo “social y la solidaridad”, que en realidad no es más que una coacción al que debe pagarlo todo o c) la identificación del Estado con los valores de la generosidad (cuando, en gran medida, constituye una suerte de latrocinio).
Para lograr su propósito, los gobiernos buscan unos “grupos mascota” y los subvencionan a cambio de apoyo, en una política claramente clientelista. Entre estos grupos cabría citar a feministas, ecologistas, grupos de gays militantes y, sobre todo, islamistas con los que, según De Diego, los progres coinciden en muchos aspectos de su ideología: el rechazo a la libertad y la responsabilidad individual, la mentalidad tribal y colectivista así como su oposición al capitalismo y a la cultura occidental.
Finalmente, el sistema acaba con las energías vitales del sector activo e innovador (las clases medias) y sobreviene una profunda crisis sin salida. Para el autor, la única solución consiste en desmantelar una buena parte del sector estatal, acabar con las subvenciones y establecer mecanismos que incrementen la capacidad de decisión individual como el cheque escolar o las pensiones de capitalización. Pero existe el peligro de que, ante la crisis, los ciudadanos se vuelvan asustados hacia el Estado y reclamen más protección exigiendo soluciones que ya no son posibles desde un esquema estatalista y que tenderían a agravar todavía más la crisis. Se hace por ello necesaria una mayor autoconciencia de las clases medias y una rebelión cívica que recupere los valore de libertad individual, responsabilidad, mérito y esfuerzo.
En “Mileuristas”, De Diego plantea la tragedia de toda una generación de jóvenes, la más preparada de la historia, con un nivel educativo que sus padres habían deseado para sí pero a) con unos salarios que rozan los 1000 euros y que resultan muy bajos para el nivel educativo alcanzado, b) con una gran falta de expectativas de futuro y c) sin posibilidades de ascenso en la escala social. Son personas que proceden de la clase media pero están en riesgo de dejar de serlo: no se emancipan, no procrean no son capaces de establecer una familia.
Estas personas tuvieron una infancia feliz y una juventud cómoda pero, según el autor, cayeron en la trampa de un sistema educativo en el que no se destacaron los valores del mérito y el esfuerzo. Un sistema educativo caracterizado por a) la demolición del bachillerato, b) la masificación de la universidad con la consecuente devaluación de los títulos y c) una escuela que educa en la adoración al Estado y no fomenta la iniciativa, el riesgo ni el esfuerzo.
Las consideraciones de De Diego por esta generación no pueden ser más pesimistas: “Hurtados los elementos de análisis para comprender su situación, anestesiado el espíritu crítico por una red de sentimentalismos evanescentes ecopacifistas, lo enervante de esta generación es su conformismo”. Y es que esta generación no puede salvarse sin un cambio radical del sistema.
“Crisis planetaria” y “Mileuristas”, dos libros para comprender la crisis actual.

Despilfarro nacionalista: entre el sectarismo y el ridículo

Aitor nos sale por un ojo de la cara. El nacionalismo nos sale muy caro y no está dispuesto a la austeridad, ni en tiempos de crisis. Nacionalista y socialista es el de natural cordobés José Montilla. El presidente de la Generalitat catalana maneja un Presupuesto de 34.798 millones de euros, aunque los ejecuta poco y mal. Del Presupuesto de inversiones ejecutó el año pasado el 86%. En vivienda se queda en el 65% y en el 54% en infraestructuras.
El capítulo que más se ejecuta es el de gastos corrientes –90% de 1.244 millones de euros-, en donde se incluye el apartado de informes a los amigos del tripartito, con frecuencia liberados de los partidos, cineastas sin película, escritores sin libro, pero todos muy fervorosos de la política lingüística.
Montilla tampoco es cicatero con los medios de comunicación. Las ayudas públicas –esas que pagan los contribuyentes- a las empresas de prensa, radio, televisión e internet superaron los 17 millones de euros. El santo, la seña y la subvención se la llevan los medios afines a la Generalitat: Ediciones Primera Plana, editora de ‘El Periódico de Cataluña’ recibió 14,3 millones de euros, el deportivo Sport, también del grupo Zeta, 223.200 euros.
El Grupo Godó no tiene queja. Su cadena de televisión 8TV se llevó 900.000 euros, el diario La Vanguardia y su edición digital, 674.080 euros, la división radiofónica Radiocat XXI, 488.840 euros y el diario deportivo El Mundo Deportivo otros 349.080 euros.
El grupo Prisa no podía faltar: El País recibió 339.160 euros; la cadena de televisión Localia, 499.920 euros y la emisora Onda Catalana, 681.138 euros. El diario Avui, participado en un 20% por la Generalitat catalana, se llevó 561.045.
Los ciudadanos catalanes que no llegan a fin de mes estarán muy contentos en saber que la nomenclatura no se aprieta el cinturón.
El nacionalismo se ha convertido en coartada de la expoliación de las clases medias y en un factor de empobrecimiento. En libertad y en dinero contante y sonante.
Ese pésimos sustituto de la religión que es el nacionalismo se ha convertido en un directo enemigo de la lógica. Josep-Lluis Carod-Rovira va a iniciar una campaña, con cargo al contribuyente como sus opíparos y carísimos almuerzos, para erradicar el castellano de la calle. Según Carod-Rovira, “no utilizar el catalán con las personas que aún no lo hablan es poner una barrera y así no lo harán nunca”. Esta actitud –contestar en catalán a quien te habla en castellano- dice que es de “buena educación”. Pues, puestos, es preciso ser maleducados.
Estas políticas son un lastre para la economía catalana y una barrera para las multinacionales, poco propensas a entender este tipo de lógicas ilógicas tan rentables para las castas parasitarias de barniz cultural.
Mientras tanto, los cántabros se muestran sumamente inteligentes: su gobierno autonómico apuesta por “la capital del turismo de la lengua castellana”. Porque el castellano lo hablan como primera lengua 400 millones de personas y hay otros muchos millones queriendo aprender la lengua.
Según los datos del Instituto Ramon Llul, encargado de promover el catalán “en las universidades y otros centros de estudios superiores fuera del dominio lingüístico", durante el curso académico 2004-2005, la Red de lectorado del Instituto estuvo integrada por 95 universidades, distribuidas en 27 países de todo el mundo, de las cuales 78 en Europa, 13 en América, 2 en África, en Oriente Medio y en Oceanía. La estadísticas lo aguantan todo, incluida la carcajada. En Australia hubo ¡1 alumno! Otro en Camerún. Idéntico número en Bélgica, Canadá, Cuba, Eslovenia y Finlandia, 2 en Austria, 3 en Argentina, 4 en Irlanda y 5 en Italia y Estados Unidos. ¡Bonita forma de gastar dinero! ¡Patéticas estadísticas de totalitarios paranoicos de papel mojado!
"En septiembre de 2004, el Instituto Ramon Llull firmó un convenio de cooperación con el Instituto Cervantes en virtud del cual este último se comprometía a impartir clases de catalán a celebrar en sus centros de todo el mundo actos organizados por el Instituto Ramon Llull. Como fruto de esta colaboración, durante el año 2005, se han iniciado 16 cursos de lengua catalana en 14 centros del Instituto Cervantes en las ciudades de Berlín, Estocolmo, Londres, Lyon, Manchester, Milán, Moscú, Munich, Nueva York, Rabat, París, Tel Aviv, Varsovia y Utrech que han contado con un total de 82 alumnos". Casi más ciudades que alumnos. La media se sitúa por debajo de 6 alumnos por curso.
El nacionalismo es insaciable. Le da lo mismo cuáles y cuántos sean sus logros, si son escasos pide más esfuerzos y dinero. El nacionalismo se ha convertido en el mayor factor de expoliación de las clases medias; en el último reducto de los intervencionistas; en el último refugio de los totalitarios.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Mientras siga Zapatero de presidente no saldremos de la crisis

La pregunta recurrente de cuándo acabará la crisis o cuando empezaremos a ver la salida carece de sentido, es la trampa de la esperanza, la utilización de los buenos deseos de las gentes que desean lo mejor para los suyos y para sus semejantes. Quienes responden que en tal trimestre del 2009 son los mismos que aventuraban que la inflación caería en la primavera pasada. Tales especulaciones tienen menos racionalidad que el oráculo de Delfos y representan un completo abuso.
La pregunta correcta es qué medidas se van a adoptar para salir de la crisis y de qué intensidad de modo que las soluciones se produzcan cuanto antes.
De manera más concreta, de dónde y en qué niveles se va a reducir el gasto público, porque esta crisis es de gasto, de intervencionismo. Cómo se va a reducir la dependencia energética. Cómo va a conseguir el Estado liquidez cuando está descendiendo la recaudación por IRPF y por Impuesto de Sociedades. Qué se va a hacer con las televisiones estatales y autonómicas, que representan un gasto excesivo. De qué subvenciones, canones y regalías se va a empezar a recortar. Esas son las preguntas.
La respuesta a cuándo saldremos de la crisis tiene una respuesta sencilla: cuando se adopten las medidas correctas, y otra aún más directa: mientras Zapatero siga en la presidencia no saldremos.
Zapatero se está enquistando en el discurso peor y más perjudicial: en el de mantener el gasto y aún incrementarlo. Su errática política ni tan siquiera es keynesiana, pues no se producen incrementos en la inversión pública en infraestructuras, sino estrictamente demagógica. En la carta a los votantes en el extranjero en las pasadas elecciones se insertaba la siguiente perla: “aún con menos crecimiento, mantendremos los niveles de bienestar”. Ni alguien tan partidario de la falta lógica es capaz de hacer milagros laicos de tal tenor. No tienen el mismo nivel de bienestar los cientos de miles que han pasado a engrosar las listas de paro, ni los que lo harán de aquí a fin de año.
En realidad, no se ve ninguna salida a la crisis con esta política del Gobierno socialista y con este presidente. El descenso de las matriculaciones de vehículos va a afectar muy gravemente a la industria automovilística y a su industria auxiliar que, por ejemplo, sólo en Aragón representa, en torno a la General Motors, 16.500 empleos. He ahí otra burbuja a la vista. El sector inmobiliario tardará mucho tiempo en levantar cabeza. Falta por ver si la solidez del sector financiero es otra consigna. El sector servicios pierde empleo. Lógica, no funciona cuando hay paro y cae el consumo. El turismo ha descendido. La inflación no se contiene. El petróleo puede volver a subir. No se perciben jirones en el sombrío panorama.
Vamos hacia un incremento de la deuda, hacia situaciones de quiebra en las instituciones y hacia la última tentación de la subida de impuestos.
Aunque ahora Zapatero ha perdido el sentido de la realidad y su optimismo antropológico empieza a sonar a humor negro, hubo en el pasado una vez que llevó razón. Fue en el debate de investidura de 2004: “Defendemos el principio de estabilidad presupuestaria, y además es un principio que tiene aspectos progresistas, porque es un principio que no deja deuda a las generaciones que han de venir en el país, en el Estado, y conviene que recordemos –a veces estas cosas nos pasan a la gente que tenemos un pensamiento progresista de izquierdas, no lo digo como una crítica- que lo que el Estado debe se lo debe a la sociedad y que normalmente, cuando el Estado tiene un alto nivel de deuda, eso acaba comprometiendo de manera más directa a las economías más modestas, a los que tiene un puesto de trabajo en peor situación”.
Zapatero ha olvidado sus palabras. La situación le desborda. Deberíamos empezar a analizar si existe alguna posibilidad de echarle democráticamente del cargo, porque esta legislatura bajo su mandato dejará a España en ruinas.

martes, 9 de septiembre de 2008

Aumenta el escándalo de Villa PSOE

Aumenta el escándalo de Villa PSOE en la Isla de Arosa. Según fuentes solventes, junto a José Blanco, podrían haber adquirido otras viviendas –la urbanización tiene 160- Emilio Pérez Touriño, presidente de la Xunta de Galicia, Cándido Conde-Pumpido, Fiscal General del Estado, Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro de Interior, entre otros dirigentes socialistas. Esto suena a urbanización del régimen
La democracia se basa en la igualdad de todos ante la Ley. Nada puede tener privilegios ni fueros para no cumplirla. Y menos que nadie quien la exige a los demás.
El partido socialista ha denunciado ante Bruselas el urbanismo del litoral de la Comunidad Valenciana. Es una iniciativa de José Blanco, en su calidad de número dos del PSOE.
El Gobierno ha hecho bandera de relanzar la exigencia de cumplimiento de la Ley de Costas, aprobada en 1988, por el Gobierno de Felipe González.
El actual gobierno de Zapatero ha venido mostrando su disposición a derribar todas las propiedades que se encontrasen situadas a menos de 100 metros de la playa. La urbanización de la hermosa Isla de Arosa se encuentra a 20 metros. De manera llamativa, el expediente abierto sobre las casas de la zona ha quedado en nada, y de la noche a la mañana toda la zona ha sido declarada legal para construir.
Esto es intolerable caciquismo. José Blanco, y los otros dirigentes socialistas, no están exentos de cumplir la Ley de costas y cualquier otra Ley. Blanco, los otros socialistas, no son caciques ni aristócratas de peluca empolvada, sino unos ciudadanos más, obligados, además, a dar ejemplo y a mostrarse coherentes. O se abroga la Ley de Costas o la Xunta de Galicia debe tomar inmediatas medidas contra el atropello urbanístico. Si no actúa la Xunta, y es dudoso que lo haga, debería hacerlo la Justicia. Y, desde luego, la oposición debería pedir explicaciones en el Congreso.
Muchos ciudadanos empiezan a estar hartos de comprobar como los socialistas dicen una cosa y hacen justo la contraria.

(Editorial del programa A Fondo, de Radio Intereconomía, de 21 a 22 horas)

lunes, 8 de septiembre de 2008

Zapatero ama tanto a los pobres que nos quiere empobrecer a todos

Mientras podemos terminar el año con el paro cerca de los tres millones o superando esa cifra, triste récord que sólo ha conseguido otro socialista, Felipe González, en diciembre de 1987, Zapatero inicia una peligrosa huida hacia delante hacia el populismo y un izquierdismo infantil preñado de demagogia y de ignorancia sobre cómo funcionan la sociedad y la economía.
Mientras entra en quiebra el INEM, y el descenso de cotizantes hacia peligrar el sistema de pensiones, Zapatero promete subir las pensiones el 6%, aumentando, de esa forma, el gasto público. Factura que luego se gira vía impuestos, hasta que no quede gente suficiente cotizando para mantener el edificio de cimientos carcomidos.
Mientras las naciones civilizadas salen de su letargo y apuestan por la energía nuclear, el ultraecologista Zapatero la rechaza por completo y se muestra dispuesto a seguir comprándosela a Francia con nuestros impuestos, mientras nosotros llenamos nuestro territorio de parques eólicos y solares, y nuestra dependencia energética es del 86%. Competir así es una quimera.
Mientras la absurda e irresponsable política de papeles para todos empieza a pasar factura por Roquetas de Mar, mientras la Policía carece de medios para hacer prácticas de tiro, y el fantasma de la inseguridad se enseñorea de la doliente España, Zapatero saca a paseo, para sus hooligans, el fantasma de Franco, y al tiempo que se husmea en las tumbas, se quiere abrir otras, en plena escalada de la cultura de la muerte, con el aborto a plazos y la eutanasia.
Es norma de los ignorantes y los irresponsables echar la culpa a otros, y Zapatero ya ha lanzado la consigna para sus devotos y para que los medios afines la difundan: la culpa de la crisis económica la tienen los Estados Unidos y sus avariciosos bancos. Como si nuestra crisis inmobiliaria nos la hubieran exportado.
Zapatero ama tanto a los pobres que nos quiere empobrecer a todos. Ya su abuelo estaba a favor del “amejoramiento de los humildes”, y el nieto está dispuesto a llevarlo a la práctica: nos quiere a todos muy humildes.
Paridad de paro e igualdad en la miseria es lo que define al zapaterismo, ahíto de hipocresía.
Esta legislatura no se aguanta. Nada de amejoramiento, empeoramiento de día en día a velocidad de crucero y de vértido.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Aitor cuesta un ojo de la cara

Los dispendios, sobre todo, con el dinero de los demás, no deben hacerse nunca, pero en tiempos de penuria, como los actuales, constituyen un suicidio.
Es preciso revisar el Estado autonómico. No podemos permitirnos diecisiete mini-estados, con diecisiete instituciones reproducidas en cada uno. Eso no hay sociedad que lo soporte sin hundirse en la miseria.
Pero, sobre todo, no podemos permitirnos ese cadáver ideológico que es el nacionalismo, dedicado a depredar a las clases medias en nombre de ensoñaciones totalitarias. El nacionalismo no puede deambular por el escenario como un zombi, no haciendo otra cosa que crear problemas. Hay que enterrarlo. Es una obra de misericordia y hemos de ser, por completo, misericordiosos.
El Gobierno vasco gasta doscientos millones al año en promoción del euskera y sólo el 11% de los vascos lo habla en casa.
En Galicia campan a sus anchas los del Nunca mais sin subvención.
La Generalitat catalana subvenciona cursos en la Universidad de Tel Aviv o en la de Oslo para un único alumno.
El Instituto Catalán de Industrias Culturales dedicó en 2007 dos millones cuarenta y cinco mil euros en subvenciones a la producción teatral y de circo de carácter profesional en catalán y otros dos mil millones a la producción editorial en catalán y aranés y para la edición en partituras de compositores/as catalanes/as (sic).
Según el Instituto de Estudios Fiscales, dependiente del Ministerio de Economía, la Generalitat elevó su Presupuesto un 19,2% en 2007. La partida que más aumentó fue la de personal, un 32,5%, hasta los 7.554 millones de euros, y el de sus empresas públicas supone 2.000 millones. De esa manera, su gasto público destinado a operaciones no financieras aumentó de media un 11,3% en 2007 con respecto al pasado año, hasta los 157.583 millones de euros –un 15,2% del PIB español–.
Bajo las ensoñaciones nacionalistas el intervencionismo crece por todas partes. Se multa a los comerciantes dependiendo de en qué lengua rotulan sus establecimientos. Se lesionan los derechos personales de quienes se consideran españoles o de quienes hablan la lengua común –patrimonio de todos-, al tiempo que por cada ensoñación nacionalista se genera una agencia funcionarial, llena de comisarios políticos y lingüísticos, aumentando la expoliación de las clases medias. Se gasta dinero sin medida en busca de un imposible, de algo inexistente e irracional: la identidad. Y lo que se está haciendo es edificar el monstruo totalitario con el dinero de sus víctimas propiciatorias, las clases medias.
El nacionalismo no sólo es un absurdo muy peligroso, además es muy caro. Las clases medias catalanas, gallegas y vascas no pueden permitírselo. Es una losa, que han de quitarse de encima, con tanta gente viviendo del cuento identitario. Aitor cuesta un ojo de la cara.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Es preciso que las clases medias se organicen

La confianza del consumidor aumentó 5,1 puntos en agosto, según el Instituto de Crédito Oficial. O bien el entusiasmo vacacional provoca estragos y genera fantasías que hacen perder el sentido de la realidad, o bien la cocina del ICO -aparataje estatal al fin y al cabo- se ha puesto a temperatura máxima. Me inclino por lo segundo.
Porque, en datos objetivos y cuantificables, tenemos que Las familias españolas destinaron el 46,1% de su renta bruta disponible a financiar la compra de vivienda en el segundo trimestre de 2008, casi dos puntos más que en el mismo periodo del año anterior, según el informe del Banco de España.
Desde A Fondo –porque era y es nuestro deber- se avisó con mucha antelación de las dimensiones catastróficas que iba a tener esta crisis del modelo intervencionista y prebendario, en el que se expolia a las clases medias impidiendo su ahorro y capitalización. El tiempo nos ha dado, muy desgraciadamente, la razón. Otros han mentido u ocultado la realidad.
Ya no es suficiente el diagnóstico y la denuncia. Es preciso que las clases medias se organicen y se constituyan en lobby de la mayoría natural y silenciosa, y ejerzan el poder de su condición de contribuyentes y de votantes. A esa esperanza nos mueve el optimismo lúcido que nace de la convicción y de la responsabilidad.
Porque esta crisis actúa como un agujero negro que sube por la escala social destruyendo empleo y tejido productivo. Porque el paro creciente aumentará la deuda incipiente al tiempo que galopante, y cuando el Estado se vea incapaz de responder a todos los intereses creados, a todos los compromisos adquiridos, a todas las facturas giradas, su colapso acicateado por su voracidad le llevará a subir los impuestos, a incrementar la expoliación de las clases medias, extenuadas y al borde de su proletarización. Eso sería la puntilla y la entrada irreversible en un proceso de empobrecimiento, conflicto y desestabilización.
Es preciso organizarse para exigir la drástica reducción del gasto público que nos haría salir de inmediato de la crisis. Reducción que el Gobierno se niega a afrontar, porque el PSOE ama tanto a los pobres que está bien dispuesto a crearlos por millones. Porque el PSOE se ha convertido en una casta parasitaria, repartidora de prebendas a grupos depredadores, ineficientes y multimillonarios.
Nos vamos a jugar en el inmediato futuro nuestra pertenencia a las sociedades desarrolladas o nuestra caída en el tercermundismo. Nos vamos a jugar nuestra condición de sociedad abierta porque sin clases medias no hay tal. Nos vamos a jugar nuestra libertad y nuestra supervivencia. Podemos y debemos organizarnos. Es la apuesta, el sentido y la misión de A Fondo. No hay otra opción. Lo lograremos.

Van a subir impuestos

La economía española va en caída libre. Estamos ante un auténtico desastre. El paro registrado en el INEM subió en agosto 103.085. Los empleos destruidos superan los 244 mil. El número total de parados es de 2.530.001, el 4,2% más que el mes anterior y la mayor cifra de parados desde febrero de 1998.
Se pierde empleo en todos los sectores. Sin duda, de manera muy intensa en la construcción, con 38.531 nuevos parados, con una subida del 9,9%. Pero aún más en el sector servicios, donde el número de nuevos parados es de 46.344.
Recordarán, queridos lectores, que el Gobierno quiso engañar a la opinión pública diciendo que el paro de la construcción lo iba a remediar el sector servicios con unos cursitos que organizaría el Ministerio de Trabajo. Este Gobierno conjuga la ignorancia, con la propaganda y la mentira.
La ignorancia es muy llamativa. Si hay paro en la construcción era evidente que subiría en servicios, porque baja el consumo.
El Gobierno también dijo que la industria amortiguaría la caída del paro en la construcción. De nuevo ignorancia, mentira y propaganda. La industria produce lo que los servicios venden y los ciudadanos consumen. En la industria el paro crece en 15.881 personas, el 5,2% de incremento. Y también hay más parados en la agricultura.
En el ejercicio habitual de funambulismo que caracteriza a este desgobierno, se consuela diciendo que hay “más protección al desempleo que nunca” con un 85%. Mal de muchos consuelo de Zapatero y sus secuaces. La factura del paro genera más paro, porque aumenta la deuda. En este año, se ha incrementado en 1.700 millones de euros y a final de año puede superar los 4.000 millones.
Por esta línea, porque la deuda se financia vía impuestos, el Gobierno subirá los impuestos, lo que será la puntilla para unas clases medias empobrecidas y expoliadas.
Este desastre sin paliativos de Gobierno ha puesto en marcha sus instintos más bajos. Garzón trata de remover las tumbas de la guerra. No voy a entrar en esa trampa y menos siguiendo a ese personaje, coartada del poder zapateril, como ya hizo durante la negociación con ETA.
Otra cortina de humo, esta terrible, es la que ha anunciado Leire Pajín: ha asegurado que el PSOE va a proceder “de forma inmediata a abrir un debate” para ampliar la Ley del aborto.
El paro y el aborto están más relacionados de lo que parece. Desde luego, porque matando más niños habrá menos parados en el futuro. Pero, lejos del humor macabro, porque esta crisis del modelo intervencionista puede desembocar, si no se la hace frente y se la pone coto, en una crisis de civilización.
La economía no está desvinculada de los valores. La economía necesita una ética y atacando pilares de la civilización occidental, como el carácter absoluto del derecho a la vida, se promueve un biotipo servil al poder, atenazado por los complejos de culpa, degenerado moralmente, capaz de soportar cuestiones como que esa ampliación del asesinato es una “demanda social”.
Mientras el paro crece, según el PSOE, por las calles no se habla de otra cosa que de ampliar el aborto. Porco governo.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Empieza un otoño sombrío

Este es el editorial de hoy, en el retorno del programa A Fondo, de Radio Intereconomía, de 21 a 22 horas:

Hoy muchas pequeñas y medianas empresas han presentado en los Juzgados suspensión de pagos. El tejido industrial se deteriora. Aumenta el paro, cuando ya ostentamos el triste récord en Europa.
Empieza un otoño sombrío, plagado de negros nubarrones en la política y la economía.
Incertidumbre, inquietud y sufrimiento humano.
No hay que entretenerse en pequeñeces. Es momento de claridad.
Para afrontar esta crisis –que Allan Greespan situó como la más grave desde 1945 y que si no se toman las medidas correctas será más grave que la del 29- España cuenta con un Gobierno mediocre, poblado de ineptos, y con el peor presidente de los posibles y aún de los imaginables.
Para nada sirve el ‘optimismo antropológico’, cuando se precisan racionalidad, sensatez y coraje. Si faltan éstas, el tal optimismo esotérico puede rayar en la estupidez.
Para nada sirven las excursiones, las fotos –se acuerdan de aquella del diálogo social- y los gestos, cuando de lo que se trata es de tomar decisiones: drástica reducción del gasto público y reducción de impuestos a las empresas y a las sufridas y expoliadas clases medias.
La España de las suspensiones de pagos, la España del paro no entiende de propaganda, sino de soluciones. Está harta de mercachifles y chupópteros y quiere gestores.
Frente al agujero negro de la crisis, que va subiendo por la estructura social, empobreciéndola, el Gobierno ha presentado cuatro veces el mismo paquete de medidas, sin contenido más allá del leve paliativo, llegó a hacer trampa con los datos en época preelectoral y ni tan siquiera ha conseguido salir de sus trabalenguas semánticos para no aterrizar en la realidad.
Mientras tanto, consumido el superávit, la deuda se desboca y va camino de superar con holgura el 1% en este año y no es descartable un horizonte de pesadilla europea para el próximo si se supera el listón fatídico del 3%.
Y deuda pública significa, más pronto que tarde, subidas de impuestos.
Como impuesto es la inflación.
Mientras tanto, los ciudadanos asisten atónitos, perplejos y hastiados a la negociación de la financiación autonómica, que cada vez semeja más el chantaje mutuo de un club de despilfarradores y manirrotos, con serios problemas para afrontar sus compromisos prebendarios.
Lo que mantiene atenazado al Gobierno, lo que explica este clima de falsa calma chicha de la España oficial mientras la España real se tambalea, es que estamos ante la crisis del modelo intervencionista, de esa falaz utopía de que los problemas humanos pueden ser resueltos desde instancias burocráticas reduciendo la libertad de los ciudadanos hasta situarles en la posición de súbditos.
Es el Estado, aquejado de gigantismo, con un sector político disparatado de tan numeroso, el que lastra a la sociedad.
Es el Estado insostenible el que consume las energías de una sociedad asfixiada y anémica.
Y el socialismo se identifica con el Estado, mantiene una larga simbiosis parasitaria con el intervencionismo, así que el Gobierno socialista no es la solución sino el problema.
El socialismo, coartada del hurto legal a las clases medias, ama tanto a los pobres, que siempre los ha creado por millones.
Ya veremos si con Zapatero –quintaesencia del político profesional- no vuelve el hambre a España.
Sí hay soluciones: necesitamos mucho menos Estado y muchísima más sociedad.
Punto final a la cultura de la subvención antes de que la estafa piramidal del Estado de bienestar se derrumbe.
La cuestión es que menos Estado es menos políticos y recortes en la tupida red de intereses creados.