lunes, 24 de marzo de 2008

‘Conspiranoia’: Losantos y Pedro Jota, culpables de la derrota del PP (II)

Pocos momentos tan políticamente dramáticos como los que pusieron a Mariano Rajoy contra las cuerdas en los debates con Zapatero a propósito del 11-M. Las mentiras de Zapatero sobre la negociación con ETA quedaron tapadas por el sencillo recurso de mencionar las estúpidas fabulaciones de Losantos y Pedro Jota que el PP siguió de la manera más absurda, por el orgullo herido de Aznar, por la inconsistencia de Acebes –¡este personaje estuvo tres años cuestionando su propia investigación y cuestionando a los hombres a sus órdenes- y Zaplana. Estoy seguro que Rajoy lamentó no haber cortado esa patética sumisión del PP a dos personajes sin aparentes escrúpulos morales y sin respeto alguno a la verdad. Losantos y Pedro Jota son los culpables de la derrota del PP. Publico hoy un segundo extracto de mi libro ‘Conspiranoia, de cómo El Mundo y la COPE mintieron y manipularon sobre el 11-M’ (Editorial Rambla), en el que ya se vaticinaba el descrédito al que estaba siendo conducido el PP. El que avisa no es traidor y avisé, vaya que sí avisé. Por ejemplo:

“La teoría de la conspiración no ha sido sólo operación mediática, también política. Diseño de alto calado para domesticar al Partido Popular y situarlo bajo el dictado matinal de Losantos y las soporíferas sábanas dominicales de Pedro Jota. Esquema mimético, por cierto, del que Losantos denuncia de las relaciones entre Prisa y PSOE. A fuerza de combatir al adversario, uno corre el riesgo de parecerse a él. La relación de Pedro Jota y Losantos con Prisa es de amor-odio, de admiración. No pretenden modificar el sistema de los medios y liberalizarlo, para cercenar la impúdica mezcolanza de periodismo y política, sino reproducir el esquema en el ámbito de la derecha. Vamos, que quieren ser polancos y polanquitos. Y una parte clave del diseño es dominar al partido de referencia, convertirlo en correa de transmisión. En este caso, el Partido Popular. Un escenario en el que el debate de ideas está al servicio de los intereses. Al fin y al cabo, en lo fundamental la línea editorial de El País y El Mundo son idénticas -sobre todo la negación de la ley natural-, aunque los intereses sean notoriamente contrapuestos. Coinciden en cuanto compone lo que Juan Pablo II definió como la cultura de la muerte, en el laicismo y en la fobia contra la Iglesia católica.
De hecho, llevar a la derecha a esas ideas, imponerlas su propio código, es un proyecto en el que Pedro J Ramírez y Federico Jiménez Losantos llevan juntos trabajando más de dos décadas. Construir una derecha pagana como forma de llevarla a la modernidad -según sus criterios- es un proyecto compartido desde la etapa de Diario 16, cuando Pedro J era su director y fichó a Losantos como jefe de opinión del periódico.
Para la derecha pagana de Pedro Jota y Losantos, partidaria de acabar con cuanto suene a ley natural y a derecho a la vida, la derrota electoral del PP, el 14 de marzo de 2004, le ofrece la posibilidad de poner a dicho partido al servicio de su proyecto antropológico y, sobre todo, de sus intereses mediáticos. En primer lugar, porque las defensas de ese partido están muy bajas y porque la misma derecha social está desconcertada y, en buena medida, huérfana, necesitada de orientación y liderazgo. El diseño de la sucesión digitalizada de Aznar ha estallado por los aires con la masacre de Atocha y la burda utilización que la izquierda y la cadena SER hacen del atentado. Mariano Rajoy está a punto de tirar la toalla y abandonar la vida pública. Así se lo aconsejan, nada menos, que su padre y su esposa. Rajoy se marcha unos día solo a un hotel canario y vuelve con la decisión tomada de seguir, pero el panorama es, sin duda, complicado. El PP estaba preparado para el poder, pero ha de reorganizarse para la oposición. Como dice Jaime Mayor Oreja, "cuando pierdes el poder parece que menguas". Además, la centralidad del partido, Génova, tiene menos poder, en términos presupuestarios, que los barones de las autonomías. Pronto se perfilan dos sectores unidos por el liderazgo de Rajoy. Uno de ellos está formado por el secretario general, Ángel Acebes y el portavoz parlamentario, Eduardo Zaplana. Este grupo tiene en la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, la referencia de poder autonómico. En el otro grupo militan los barones autonómicos con mando en plaza como Francisco Camps, Jaume Matas, Núñez Feijoo, Ramón Luis Valcárcel y los secretarios generales de Andalucía, Javier Arenas y Cataluña, el luego dimitido Josep Piqué, y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón. Diferencias más estratégicas que ideológicas. Los primeros, como fuerza centrípeta, partidarios de una oposición más fuerte contra el PSOE y más firme respecto a las cesiones a los nacionalistas, en contra de asumir lo que Aznar definió como “cambio de régimen”; los barones, como fuerza centrífuga, a favor de una oposición más suave, abierta a los nacionalistas y a favor de reformas estatutarias que no dejen fuera de ese cambio de régimen a las autonomías gobernadas por el Partido Popular. A la postre, todos han votado contra el Estatuto catalán y todos lo han hecho a favor del de Andalucía, con su “realidad nacional”.
Con un PP cuarteado, con la centralidad cuestionada por la derrota electoral, la teoría de la conspiración se irá situando, para la derecha pagana, como arma poderosa para someter al Partido Popular a consignas mediáticas. El 11-M no sólo vende periódicos y hace subir las audiencias de la radio; no sólo sirve para acosar a ABC y dejarle fuera de juego, entrando a saco en su clientela; también permite establecer una posición dominante sobre la estructura partidaria de la derecha como no se había conocido antes. Es preciso repetir que la teoría de la conspiración implica una realidad virtual, una mentira masiva, que al ser administrada por los gurús les concede una posición de preeminencia, desde la que pueden lanza anatemas laicos. La conspiranoia como tal se mueve en el ámbito de las creencias y no de la racionalidad y, a medida que el tiempo pasa sin resultado investigador alguno, se reduce al mantenimiento de la fe y la adhesión en los gurús. Servirá, con ese esquema, para intentar desacreditar a Alberto Ruiz Gallardón. Y a ella se plegarán por completo Ángel Acebes, curiosamente, pues era ministro de Interior durante lo básico de la investigación, y más aún Eduardo Zaplana, por quien ocupará buena parte de los esfuerzos del grupo parlamentario. Es la forma, a cambio, de conseguir un apoyo mediático que se considera imprescindible para atravesar una travesía del desierto inesperada. El pacto entre políticos y la derecha pagana mediática tiene esa confirmación con el fichaje de Cayetana Álvarez de Toledo como jefa de gabinete de Acebes, también con las reseñadas preguntas estrambóticas de la diputada Alicia Castro y con el eco constante que el grupo parlamentario popular, con preguntas e interpelaciones, irá dando a las confusas informaciones de El Mundo”.

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