viernes, 14 de marzo de 2008

Zaplana, nueva baja conspiranoica

Eduardo Zaplana opta por ser ‘diputado raso’. A la fuerza. Ninguna opción tenía a ser portavoz, puesto en el que será sustituido por su peor enemigo: Esteban González Pons, el ideólogo y ejecutor de la deszaplanización del PP de la Comunidad Valenciana.
Zaplana fue clave en que esa autonomía pasara a ser un feudo del PP. Hizo una espléndida gestión al frente de la Generalitat valenciana, que impulsó el ‘milagro valenciano’. Dio el salto al Gobierno en los tiempos sucesorios, y todo lo transcurrido entre el 11 y el 14 de marzo de 2004 dio al traste con sus planes, que pasaban por una vicepresidencia del Gobierno.
La última legislatura ha sido un completo borrón en su trayectoria. Situado como un terminal y casi un pelele de Losantos y Pedro Jota, dos trepas sin discurso alguno, unidos por intereses, filias y fobias, Zaplana ha parecido un político de cuarta –lo que no es- y es el responsable de una batería de delirantes preguntas sobre el 11-M y de patéticos debates con Rubalcaba. No tuvo ni el mínimo de decencia para defender el honor de policías que estaban a las órdenes del Gobierno en el que era portavoz, antes al contrario se dedicó a cuestionar su labor y establecer sombras de vilipendio. Ha parecido un amoral político incapaz de racionalizar el mínimo de cuestiones sobre una masacre sin misterio alguno. Le despiden quienes le han hundido y muestra hacia ellos un peculiar síndrome de Estocolmo.
Nueva baja conspiranoica a sumar a las de Alicia Castro y Jaime Ignacio del Burgo. Pueden darse por descontadas las de Agustín Díaz de Mera y Ángel Acebes y debe sumarse la de Ignacio Astarloa. Quedan, en franco deterioro, convertidos en poco menos que los bufones del reino, los gurúes mediáticos: Pedro Jota, Losantos y un tal Del Pino, pero no les queda ni un año para salir por el sumidero de la historia entre el desprecio general.

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