miércoles, 21 de mayo de 2008

No hay cambio de régimen sino culminación de régimen

No hay ningún cambio de régimen, sino la culminación del régimen. Por completo de acuerdo con el profesor Peralta. No se han roto los consensos de la transición, porque lo que tenemos y padecemos no es otra cosa que la consecuencia lógica de las dinámicas nihilistas y destructivas puestas en marcha con la transición –con la Ley electoral antes que con la Constitución-, como el big bang del insostenible modelo autonómico.
No estamos en una segunda transición sino en la misma de siempre, inacabada, abierta, en marcha hacia ninguna parte.
Ni tan siquiera el sistema, atenazado por sus complejos, ha sido capaz de desarrollar el artículo 155, previsto para los casos de deslealtad y reto de un gobierno autonómico.
Notoriamente es lo que pretende un amortizado y reiterativo Ibarretxe.
Toda democracia establece sus límites y el más notorio es la pertenencia a la nación. Ninguna Constitución ni establece ni prevé el llamado derecho de autodeterminación porque es contradictorio tanto con la nación preexistente como con el contrato social que toda Constitución implica.
Mientras la crisis económica avanza imparable, sin que se tome medida alguna de reducción del gasto público, la reunión de Zapatero con Ibarretxe muestra el progresivo y abismal distanciamiento de la realidad de unos dirigentes dedicados a debates metafísicos, a la consumación de los efectos taumatúrgicos del diálogo, como la pérdida de tiempo, y a peligrosos juegos florales, en los que Ibarretxe trata de mantener vivo el cadáver nacionalista, mientras Zapatero quiere elecciones ya, pertrechado por los buenos resultados de su partidos en el País Vasco.
De fondo, las clases medias de toda España, también del País Vasco, cada vez más expoliadas y depredadas, cada vez con más dificultades para llegar a fin de mes, con peores perspectivas.
Mientras tanto, la clase política se dedica a crear problemas en vez de resolverlos y a poner en cuestión la existencia misma de la nación. Patético. Nunca la España oficial estuvo tan alejada de la España real.

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