jueves, 4 de septiembre de 2008

Aitor cuesta un ojo de la cara

Los dispendios, sobre todo, con el dinero de los demás, no deben hacerse nunca, pero en tiempos de penuria, como los actuales, constituyen un suicidio.
Es preciso revisar el Estado autonómico. No podemos permitirnos diecisiete mini-estados, con diecisiete instituciones reproducidas en cada uno. Eso no hay sociedad que lo soporte sin hundirse en la miseria.
Pero, sobre todo, no podemos permitirnos ese cadáver ideológico que es el nacionalismo, dedicado a depredar a las clases medias en nombre de ensoñaciones totalitarias. El nacionalismo no puede deambular por el escenario como un zombi, no haciendo otra cosa que crear problemas. Hay que enterrarlo. Es una obra de misericordia y hemos de ser, por completo, misericordiosos.
El Gobierno vasco gasta doscientos millones al año en promoción del euskera y sólo el 11% de los vascos lo habla en casa.
En Galicia campan a sus anchas los del Nunca mais sin subvención.
La Generalitat catalana subvenciona cursos en la Universidad de Tel Aviv o en la de Oslo para un único alumno.
El Instituto Catalán de Industrias Culturales dedicó en 2007 dos millones cuarenta y cinco mil euros en subvenciones a la producción teatral y de circo de carácter profesional en catalán y otros dos mil millones a la producción editorial en catalán y aranés y para la edición en partituras de compositores/as catalanes/as (sic).
Según el Instituto de Estudios Fiscales, dependiente del Ministerio de Economía, la Generalitat elevó su Presupuesto un 19,2% en 2007. La partida que más aumentó fue la de personal, un 32,5%, hasta los 7.554 millones de euros, y el de sus empresas públicas supone 2.000 millones. De esa manera, su gasto público destinado a operaciones no financieras aumentó de media un 11,3% en 2007 con respecto al pasado año, hasta los 157.583 millones de euros –un 15,2% del PIB español–.
Bajo las ensoñaciones nacionalistas el intervencionismo crece por todas partes. Se multa a los comerciantes dependiendo de en qué lengua rotulan sus establecimientos. Se lesionan los derechos personales de quienes se consideran españoles o de quienes hablan la lengua común –patrimonio de todos-, al tiempo que por cada ensoñación nacionalista se genera una agencia funcionarial, llena de comisarios políticos y lingüísticos, aumentando la expoliación de las clases medias. Se gasta dinero sin medida en busca de un imposible, de algo inexistente e irracional: la identidad. Y lo que se está haciendo es edificar el monstruo totalitario con el dinero de sus víctimas propiciatorias, las clases medias.
El nacionalismo no sólo es un absurdo muy peligroso, además es muy caro. Las clases medias catalanas, gallegas y vascas no pueden permitírselo. Es una losa, que han de quitarse de encima, con tanta gente viviendo del cuento identitario. Aitor cuesta un ojo de la cara.

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