lunes, 15 de septiembre de 2008

Datos demoledores para Zapatero

Aunque considero la segunda legislatura de Aznar la ‘ocasión perdida’ y sin bien no modificó las bases del sistema, la pretensión zapateril de endosar toda o parte de la responsabilidad de la crisis a los ‘gobiernos del PP’ es una consigna que supera todos los niveles de la impostura: Zapatero lleva gobernando cinco años, se hereda a sí mismo. Además, los datos resultan demoledores para Zapatero y su argumentario.
En los ocho años de gobierno aznarista, y de presencia de Rato al frente de Economía, se redujo la deuda del Estado en 18 puntos: del 68,1% del PIB en 1996 al 50,1% en 2004. Eso representó un ahorro anual en intereses de 1.700 millones de euros. En 1996, la renta española se situaba en el 78% de la media europea. El mismo porcentaje de 1976. En 2003, fue del 86%. La diferencia se redujo un punto cada año. Entre 1997 y 2000, la tasa de crecimiento se situó en el 4,2%, un punto por encima de la media de los países de la OCDE. Entre 2000 y 2004 fue del 2,5, mientras Francia y Alemania se estancaban.
El socialismo dejó el país con un paro del 22%, afectando a 3,7 millones de personas. Las afiliaciones a la Seguridad Social eran 12,3 millones, las mismas que en 1976. Con el gobierno del PP, los cotizantes pasaron a 16,6 millones: 4,3 millones de puestos de trabajo más. De hecho, durante esos años España creó el 50% de los empleos de toda la Europa comunitaria. La mitad de los nuevos puestos de trabajo fueron ocupados por mujeres. Desde 1996, el número de trabajadores con contrato indefinido creció en 3,3 millones.
El tejido empresarial no hizo otra cosa que ampliarse: 2,6 millones de empresas en activo. España pasó a ser un país inversor. Entre 1990 y 1995, las empresas españolas invirtieron en Iberoamérica 5.000 millones de dólares. Entre 1996 y 2000, esa cifra se elevó a 105.000 millones.
De la solvencia adquirida por la marca España da idea el hecho de que la prima riesgo país estaban, en 1995, en torno a 600 puntos básicos. Pasó a cero. España pasó a ser una nación fiable.
El ‘milagro económico’ se basó en las privatizaciones. Una política que unos años antes había puesto en práctica Margaret Thatcher en Inglaterra con resultados altamente satisfactorios. “Nos propusimos –ha escrito Aznar en su libro Ocho años de gobierno, una visión personal de España- demostrar que cuanto más austero fuera el Estado y más libre fuera la economía, menos posibilidades de corrupción habría y más progresaría España”.
De idéntica manera al ‘capitalismo popular’ de la ‘dama de hierro’, se sacaron a bolsa las empresas estatales, algunas de ellas con carácter de monopolio, y la respuesta fue un incremento de los pequeños inversionistas. Se privatizaron Argentaria, Enagás, Repsol, Endesa, Telefónica, Aceralia, Tabacalera, Iberia y Santa Bárbara. “Cuando llegamos al Gobierno –reseña Aznar- nos decían que aquello de las privatizaciones era otra idea imposible. Llegaron a recomendarnos incluso, literalmente, que vendiéramos Iberia por una peseta; es decir que la regaláramos. Hoy es una empresa rentable. Se deduce que no habríamos hecho un buen negocio, aunque eso era lo de menos”.
El Estado consiguió liquidez, las empresas privatizadas empezaron a obtener beneficios y se desregularon sectores, como la telefonía, provocando la aparición de una sana competencia que mejoró y amplió los servicios abaratando, al tiempo, los costes para los usuarios.
Fue una demostración palpable de la superioridad económica y moral del mercado y la libertad personal frente al intervencionismo y la coacción estatal. Una inhabilitación en la praxis del socialismo que la izquierda nunca le perdonará a Aznar y explica, al margen del carácter difícil y antipático del personaje, el odio con el que le ha distinguido.

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