jueves, 25 de septiembre de 2008

El intervencionismo crea adicción y lo pagan las clases medias

La enfermedad del intervencionismo produce adicción en los gobiernos. Bajo el pánico de una crisis ante la que ninguno de ellos fue previsor, y menos que ninguno el español, que incluso la negó, en una de las campañas más mendaces de la historia democrática, los gobiernos juegan, a la desesperada, a intervenir más. Las Reservas se dedican a prestar dinero en cantidades cada vez más elevadas para evitar el colapso del sistema financiero. Las consecuencias inflacionarias las pagan los indefensos ciudadanos de las clases medias, los paganos, mientras las medidas adoptadas no consiguen apagar el fuego ni en el corto plazo.
A medio y largo plazo, desde luego, lo que se están primando son las conductas irreflexivas e irresponsables, lo que, en castizo, podría describirse como el intervencionismo de que quien venga detrás que arree.
No se entiende que lo que está en crisis, a nivel planetario, es, precisamente, el intervencionismo y el sistema de expolio de las clases medias.
Es mejor dejar ajustarse al mercado, por doloroso que sea, que seguir haciendo crecer la crisis mediante la elevación de los diques agrietados.
Pero, sobre todo, se hace urgente e imprescindible proceder a drásticas reducciones del gasto público. En ese sentido, la decisión del Gobierno de subir el sueldo a los funcionarios un 3,8% es económicamente una ruina, una apuesta por el suicidio colectivo, e indica que el intervencionismo ha producido una degeneración de la democracia, de modo que nuestro Gobierno –y no es la excepción- es incapaz de restringir sus onerosos compromisos, cuando entiende que pueden dañar sus expectativas electorales.
Es preciso cerrar ministerios y consejerías, replantearse el Estado autonómico en su conjunto, enflaquecer nuestros ayuntamientos.
Es preciso introducir competencia, calidad y excelencia en nuestro deteriorado sistema educativo mediante el cheque escolar a las familias.
Es preciso salir del sistema actual de pensiones antes de que se haga insostenible y marcha hacia fórmulas intervencionistas, pero más eficientes, como el sistema de capitalización.
Es preciso reducir el gasto sanitario y en medicamentos, con fórmulas de copago.
La crisis no la pueden pagar siempre los mismos: las clases medias. Porque si las sigue empobreciendo no habrá nadie para pagar impuestos y todo el sistema se vendrá abajo, entrará en colapso no sólo el sistema financiero, sino el conjunto. Si bajan los cotizantes y aumentan los subsidiados, cualquiera puede entender, salvo Zapatero, que se va hacia un desastre colectivo. El modelo intervencionista ha fracasado, está en quiebra, pero lejos de reformarse está en una inquietante y peligrosa huida hacia delante que va camino de convertir la crisis de modelo en una crisis de civilización.

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