miércoles, 10 de septiembre de 2008

Mientras siga Zapatero de presidente no saldremos de la crisis

La pregunta recurrente de cuándo acabará la crisis o cuando empezaremos a ver la salida carece de sentido, es la trampa de la esperanza, la utilización de los buenos deseos de las gentes que desean lo mejor para los suyos y para sus semejantes. Quienes responden que en tal trimestre del 2009 son los mismos que aventuraban que la inflación caería en la primavera pasada. Tales especulaciones tienen menos racionalidad que el oráculo de Delfos y representan un completo abuso.
La pregunta correcta es qué medidas se van a adoptar para salir de la crisis y de qué intensidad de modo que las soluciones se produzcan cuanto antes.
De manera más concreta, de dónde y en qué niveles se va a reducir el gasto público, porque esta crisis es de gasto, de intervencionismo. Cómo se va a reducir la dependencia energética. Cómo va a conseguir el Estado liquidez cuando está descendiendo la recaudación por IRPF y por Impuesto de Sociedades. Qué se va a hacer con las televisiones estatales y autonómicas, que representan un gasto excesivo. De qué subvenciones, canones y regalías se va a empezar a recortar. Esas son las preguntas.
La respuesta a cuándo saldremos de la crisis tiene una respuesta sencilla: cuando se adopten las medidas correctas, y otra aún más directa: mientras Zapatero siga en la presidencia no saldremos.
Zapatero se está enquistando en el discurso peor y más perjudicial: en el de mantener el gasto y aún incrementarlo. Su errática política ni tan siquiera es keynesiana, pues no se producen incrementos en la inversión pública en infraestructuras, sino estrictamente demagógica. En la carta a los votantes en el extranjero en las pasadas elecciones se insertaba la siguiente perla: “aún con menos crecimiento, mantendremos los niveles de bienestar”. Ni alguien tan partidario de la falta lógica es capaz de hacer milagros laicos de tal tenor. No tienen el mismo nivel de bienestar los cientos de miles que han pasado a engrosar las listas de paro, ni los que lo harán de aquí a fin de año.
En realidad, no se ve ninguna salida a la crisis con esta política del Gobierno socialista y con este presidente. El descenso de las matriculaciones de vehículos va a afectar muy gravemente a la industria automovilística y a su industria auxiliar que, por ejemplo, sólo en Aragón representa, en torno a la General Motors, 16.500 empleos. He ahí otra burbuja a la vista. El sector inmobiliario tardará mucho tiempo en levantar cabeza. Falta por ver si la solidez del sector financiero es otra consigna. El sector servicios pierde empleo. Lógica, no funciona cuando hay paro y cae el consumo. El turismo ha descendido. La inflación no se contiene. El petróleo puede volver a subir. No se perciben jirones en el sombrío panorama.
Vamos hacia un incremento de la deuda, hacia situaciones de quiebra en las instituciones y hacia la última tentación de la subida de impuestos.
Aunque ahora Zapatero ha perdido el sentido de la realidad y su optimismo antropológico empieza a sonar a humor negro, hubo en el pasado una vez que llevó razón. Fue en el debate de investidura de 2004: “Defendemos el principio de estabilidad presupuestaria, y además es un principio que tiene aspectos progresistas, porque es un principio que no deja deuda a las generaciones que han de venir en el país, en el Estado, y conviene que recordemos –a veces estas cosas nos pasan a la gente que tenemos un pensamiento progresista de izquierdas, no lo digo como una crítica- que lo que el Estado debe se lo debe a la sociedad y que normalmente, cuando el Estado tiene un alto nivel de deuda, eso acaba comprometiendo de manera más directa a las economías más modestas, a los que tiene un puesto de trabajo en peor situación”.
Zapatero ha olvidado sus palabras. La situación le desborda. Deberíamos empezar a analizar si existe alguna posibilidad de echarle democráticamente del cargo, porque esta legislatura bajo su mandato dejará a España en ruinas.

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