martes, 8 de abril de 2008

Desgobierno con asignaturas pendientes

Mientras algunos liberales a la egipcia hacen horas extra en su empeño en dividir al PP, lo que tiene España es un déficit galopante de gestión y asignaturas pendientes, y no, desde luego, marías.
Estamos perdiendo el futuro, aunque se nos distrae, a derecha, izquierda y centro reformista, bastante con fulanismos. Ni nos presentamos a la decisiva asignatura energética. Al contrario, vamos cediendo a que otros se ocupen por nosotros.
Rechazamos los transgénicos en aras de los tópicos ecosubvencionados que nos asuelan.

Pero, sin duda, en la más decisiva de las asignaturas, como es la del agua, es donde estamos peor. Los cuatro años de la legislatura anterior no pueden calificarse de perdidos, sino de algo peor: de regresivos. Con el agua que ha vertido el Ebro al mar en los últimos cuatro años, Cataluña hubiera tenido agua garantizada para un siglo. El dato es altamente significativo del absurdo en el que nos encontramos y que vamos a pagar muy caro: a 8 euros el metro cúbico los ciudadanos de Barcelona.
Aprobado el Plan Hidrológico Nacional, con financiación prevista de la Unión Europea, el Gobierno, con indudables presiones sociales suicidas, decidió dejar perderse ese dinero y prometió conseguir agua más barata, a través de las desaladoras. El rechazo del Plan Hidrológico estaba basado en el histérico y demagógico veto de las izquierdas aragonesas y catalanas que pusieron en circulación un principio céltica y prehistórico: la sacralidad del agua, revestida de la unidad de cuenca, sin tener en cuenta que el principio rector debería ser la necesidad de los humanos. Criterio alejado de la racionalidad e incluso del interés, con aquel recurso demagógico al riego de los campos de golf. Esa agua era fundamental para mantener un sector turístico competivivo, lo que ahora no es vital como el comer, y que hubiera redundado en el beneficio de Aragón y de Cataluña, porque, en los tiempos actuales, de comunicaciones fluidas y fronteras abiertas, todos estamos interrelacionados y en la Comunidad Valenciana y Murcia se consumen productos de Aragón y Cataluña.
Lo cierto es que el Gobierno cifró en 600 hectómetros cúbicos el agua que obtendría a través de desaladoras. Sin embargo, sólo ha conseguido llegar a una producción que oscila entre los 10 y los 12 hectómetros cúbicos, buena parte de ellos de la desaladora de Murcia ya licitada en tiempos del Gobierno del PP. La cuestión es que el Gobierno de Zapatero no ha licitado ninguna de las desaladoras que prometió. Y no es baladí el dato de que desde que se licita una desaladora hasta que está en producción pasan un mínimo de 6 o 7 años. Es decir, que aunque mañana mismo salieran los concursos en el BOE no habría desaladoras hasta bastante medio plazo para un problema tan acuciante.
Hemos de alegrarnos de que esta semana se prevea lluviosa pues hemos pasado a depender de la naturaleza. No se construyen pantanos porque se supone que eso es rememorar a Franco. Tampoco ha habido previsión ni celeridad a la hora de poner en marcha las desaladoras, de costosa producción y más aún de mantenimiento, pues la vida de su maquinaria es corta y, además, son altamente contaminantes para la posidonia del Mar Mediterráneo.
Al final, la Expo del Agua se inunda y Cataluña no tiene asegurado el suministro, ni más ni menos, que de la ciudad de Barcelona. La cuestión es que año tras año esto va a ir a peor, porque se está haciendo muy poco, salvo el habitual recurso gubernamental a la retórica y el abuso de la obviedad con exhibición de abrumadoras buenas intenciones. Pero Gobernar no es cantar nanas para los serviles, ni elaborar consignas para los serviles, es, sobre todo, gestionar, prever y ejecutar en lo que es propio del Estado, como es el caso de las infraestructuras. Y en ese examen no es que se suspenda es que, convocatoria tras convocatoria, hay que estampar en la casilla: no presentado. Como he señalado, aunque el Gobierno empezara a hacer ya los deberes tardaría siete años en poder pasa el examen. Y empezar, no ha empezado. Pero ya lo ha dicho la vicepresidenta del Gobierno: “los ciudadanos de Barcelona pueden estar tranquilos”. Con este Gobierno, tranquilo no puede estar nadie. Nos van a matar de sed.

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