domingo, 20 de abril de 2008

Rajoy tiene ganado el Congreso del PP

Asisto sin pasión y con racionalidad al debate abierto en el Partido Popular de cara al próximo Congreso de junio. Me parece que la gran cuestión es si el PP es un partido abierto a influencias externas o sometido a influencias externas.
El intento –fallido- de convertir a Mariano Rajoy en el chivo expiatorio de la derrota del PP es tan injusto como interesado. Ha hecho bien el presidente del PP en negarse a escenificar el desmerecido papel que otros le habían adjudicado y a hacerse el sepuku en honor de un par de aprendices de brujo.
No sólo es que, en efecto, con Rajoy haya subido en votos y en diputados, es que él no se ha inventado la España real en la que el PSOE tenía caladeros a su izquierda y a su vertiente nacionalista. Rajoy ha sido capaz, y es justo reconocérselo, de mantener unido a su partido mientras se le trataba de aislar en el panorama político. Ha demostrado una fortaleza notable rechazando la negociación con ETA y es, sin duda, el triunfador de que la ‘derrota de ETA’ haya vuelto a ser terminología de consenso. Ha aportado al debate importantes e interesantes elementos como el ‘contrato de inmigración’, que el nuevo ministro ha venido, prácticamente, a asumir en muchos de sus aspectos. Y ha demostrado Rajoy responsabilidad personal encomiable evitando la posibilidad de sumir al PP en una crisis sin precedentes. El PP ha sido y sigue siendo un instrumento fundamental para las clases medias españolas, y más en el momento crucial actual.
En términos de racionalidad, casi todos los dirigentes regionales del PP han ido mostrándose partidarios, incluidos Daniel Sirera y María Dolores de Cospedal, de la candidatura de Mariano Rajoy en el PP. Termino antes si digo que todos menos Esperanza Aguirre y María San Gil, de la que desconozco posición. Rajoy tiene ganado, de partida, el Congreso del PP y eso explica su fortaleza actual.
Hay que encomiar que Esperanza Aguirre haya abierto un debate de ideas, que resultaría especialmente intenso si llegara a culminar la presentación de su candidatura. El PP es un partido de síntesis básicamente liberal-conservadora, que, en ocasiones, oscila hacia la socialdemocracia o hacia el mimetismo con el PSOE, como en políticas de vivienda, sanitarias o educativas. Estás lejos de la liberalización que precisan las clases medias para salir de su expolio, pero mucho más cerca que el partido socialista. El liberalismo no puede devenir en nominalismo utilizado como ariete, sino en espejo en el que deberían mirarse todos. Por lo demás, Esperanza Aguirre, cuya lealtad y aportación al PP está fuera de toda duda, tiene declarado que en su victoria, y en la de Gallardón, el peso de las siglas ha sido fundamental.
Otra cuestión es que el director de un diario sensacionalista, de manifiesto oportunismo, y un locutor radiofónico mañanero, de estilo histriónico, se han dedicado a imponer su agenda mercantilista al Partido Popular, enturbiando su vida interna y su proyección externa, con una imagen antipática, marcada por la difusión del odio hacia las personas y toscos esquemas dialécticos amigo-enemigo, que no pasan de filias y fobias de patio de colegio. Si se trata de buscar culpables de la derrota, ellos son los principales. Durante toda la legislatura no han hecho otra cosa que llevar a la estupidez, a la locura y al esoterismo a la oposición con sus supinas chorradas, con sus abrumadoras paridas y con sus alucinógenas fabulaciones sobre el 11-M. Eso de la ‘Conspiranoia’. Y con ese desquicie no han hecho otra cosa que dilapidar energías y hacer perder el tiempo, oscilando entre la ceremonia de la confusión y el puro esperpento.
Lo más importante que ha empezado a hacer Rajoy es soltar amarras de este par de conspiranoicos mercantilistas. Está haciendo oposición suficiente y con fuerza en ocasiones como en lo relativo al agua. La oposición –va de suyo- no gobierna. España no tiene un problema de oposición, aunque la oposición tenga problemas. España tiene un problema –y grave- de Gobierno –o de desgobierno.

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