viernes, 25 de abril de 2008

Poner en marcha el movimiento ciudadano de las clases medias

Más que un sueño tengo una responsabilidad: poner en marcha y liderar un amplio movimiento de las clases medias que evite su expolio y permita la supervivencia de las sociedades abiertas, objetivo sin el cual no se podría sostener los actuales niveles de población y entraríamos en una espiral de miseria y conflicto. El momento ha llegado. Y ya está el texto programático: ‘El manifiesto de las clases medias’. El momento ha llegado porque en esta legislatura es preciso combatir al socialismo depredador por instinto de supervivencia y para erradicarlo.
No llevo en este empeño ni dos días, ni dos años. He seguido, sin desmayo, mucho tiempo en la más completa soledad. A mediados de los años ochenta del pasado siglo publiqué un libro titulado ‘Privatizar las mentes’, en el que denunciaba que no se estaba desmantelando el aparataje estatista montado bajo el chantaje del comunismo y que se corría el riesgo de incrementarlo y de ir hacia recaídas porque se estaba educando a las nuevas generaciones en la adoración al Estado. De ese libro, sólo se vendieron unos pocos cientos de ejemplares. Con gran ilusión fui a firmar ejemplares a la Feria del Libro y consumí las horas preceptivas sin que nadie se acercara. Por la megafonía se anunciaba que firmaba ejemplares de un libro titulado ‘Privatizar los montes’. Parecía más lógico privatizar los montes que las mentes.
Antes había ayudado con ‘El socialismo es el problema’ a organizar el andamiaje intelectual del primer aznarismo, de la refundación del PP y de la conquista del poder, propugnando la renovación generacional e ideológica. Pero no se aprovecharon los ocho años de gobierno, y sobre todo la segunda legislatura, para desmontar el sistema de expoliación de las clases medias, porque Aznar era un hombre del sistema y porque los partidos son aparatos del Estado por su fórmula de financiación.
Estoy hecho a la adversidad y a la soledad. Cuando escribí ‘El manifiesto de las clases medias’ lo hice como un grito personal testimonial. No hubo forma de que pudiera ser publicado. Tuve que montar editorial y buscar distribuidora. Salió llamado al fracaso, sin entrada en el mercado, hasta que los lectores –sin duda, los oyentes de ‘El país de las maravillas’ y de ‘A Fondo’- se la fueron dando, como están ahora revitalizándolo y devolviéndolo a las estanterías.
Está prendiendo el discurso y cosechando adhesiones; en mis reflexiones, es el único que nos puede sacar de una crisis de modelo que puede degenerar en una crisis de civilización y en un desastre humanitario. Es preciso quemar etapas. Me emocionan los pocos pero significativos mensajes que me van llegando de gente dispuesta a ayudar, a echar una mano. La gente que se ofrece y me ofrece su casa. Es una tarea muy difícil, pero necesaria, y me siento responsable de no cejar en ella. No sólo acepto esas ayudas, sino que necesito muchas más.
Necesito romper esa inercia de que el ciudadano medio, expoliado y teniendo que sostener a su familia y mantener a tanta mano muerta, a tanto parásito fiscal, no se considera decisivo, no sabe qué hacer, fuera de votar cada cuatro años. La rebelión de las clases medias rompe las periclitadas dialécticas de derecha-izquierda, supera el debate nacionalista, porque el nacionalismo es la quintaesencia, con la coartada identitaria, de la expoliación de las clases medias.
Ya anuncio que pronto sacaré dos libros que complementan ‘El manifiesto de las clases medias’.
Por supuesto, cuanto hablo no lo hago como teoría, sino que estoy dispuesto a implicarme, porque –ni más ni menos- es mi responsabilidad.

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