miércoles, 2 de abril de 2008

A Esperanza Aguirre la está hundiendo Losantos

No son la serie ininterrumpida de torpezas cometidas por Esperanza Aguirre la que alejan de su ambición de ser la ‘lideresa’ del PP sino las condiciones objetivas. La desmerecida situación en la que se encuentra, ciertamente, se la ha ganado a pulso. Primero fue la intercesión ante Juan Carlos a favor del locutor Jiménez Losantos para el que pidió un ‘trato más humano’, como si el personaje fuera una ursulina indefensa, y luego el prepotente golpe palaciego que descabalgó a Gallardón de las listas. Cuando bajaban en el ascensor, Aguirre le espetó al alcalde que no se preocupara porque ambos estaban situados de manera equitativa de cara a la sucesión. Al margen de que el comentario indica que la presidenta de la Comunidad de Madrid jugaba a la derrota, en sí mismo indica una confusión notable respecto a las condiciones objetivas del terreno de juego de su partido. También respecto a las motivaciones de Gallardón.
El alcalde de Madrid quería ir en las listas por un criterio racional y por otro emocional, ninguno de los dos propiamente sucesorio. Gallardón tiene que buscar otros horizontes, pues ha dicho que no repetirá como candidato a alcalde. Y le hacía ilusión estar sentado donde lo estuvo su padre, don José María. En cuanto a aspiraciones sucesorias, Gallardón sólo puede abrirse paso de manera ordenada y emergiendo con las bendiciones de Rajoy.
La siguiente torpeza de Esperanza –que no fue invitada a salir al balcón de Génova en la noche electoral- fue interpretar mal el silencio galaico de Mariano y no ser capaz de aguantar los nervios y las ambiciones. La campaña contra Rajoy iniciada deprisa y corriendo por los aliados mediáticos de Esperanza y por sus hombres de confianza, con valoraciones excesivas del resultado madrileño, pudieron hacer comprender a Mariano que cualquier signo de debilidad, que su salida, conllevaría un ajuste de cuentas en el que se le situaría como el chivo expiatorio de todos los males. Lejos de abrirse un período de paz, abandonar la escena hubiera representado un calvario.
Pero la confusión de Esperanza es más objetiva, que subjetiva. Incluso en el caso de que Mariano hubiera tirado la toalla es altamente improbable que tuviera posibilidad alguna de acceder a la presidencia. Además de los votos de Madrid, Esperanza puede contar a su favor con los del País Vasco, Castilla-La Mancha (de manera parcial) y Cataluña (parcial, también). Enfrente, la amplia coalición de ‘barones’ autonómicos de las regiones que aportan más delegados al Congreso. Esperanza Aguirre ganó el Congreso de Madrid –por incomparecencia de Cobo- porque tenía a su favor el argumento decisivo y definitivo del Presupuesto, y quienes mandan en el partido son los alcaldes, y estos obedecen al cacique regional. Los inmediatos tiempos, también en el PP, no pasan por lo centrípeto sino por lo centrífugo.
La cuestión es que Mariano hubiera tirado la toalla, el PP se hubiera visto abocado a un Congreso de confrontación y en ese horizonte las posibilidades de Esperanza son muy pocas. Pudo comprobarlo en la Junta Nacional, cuando tuvo que sumarse, deprisa y corriendo, a la corriente de adhesión inquebrantable al naciente marianismo y tras su parlamento, Esperanza se encontró con un silencio que se cortaba, con el vacío político.
Hoy por hoy, aquí y ahora, la única opción para mantener la unidad del partido es la responsable continuidad de Mariano. No es que Esperanza Aguirre haya jugado mal sus cartas, que también, es que nunca –encapsulada en la corte madrileña, adulada por periodistas y medios a los que alimenta presupuestariamente- ha llevado buen juego. Lo ha dicho ella: “yo ya soy del equipo de Rajoy”.
No tiene sentido que con declaración tan clara, sus periodistas de cabecera, de faltriquera y de pilla-pilla presupuestario de derechas la reivindiquen como marginada y sean ellos precisamente los que se dediquen a denigrar a Mariano Rajoy. Eso se llama cinismo, doble juego e hipocresía. Si Esperanza Aguirre tiene un discurso propio, alternativo, que se presente como candidata a la presidencia del PP en el Congreso de junio. En otro caso, que no juegue al desgaste y la división por la espalda.
La confrontación es legítima; la división una irresponsabilidad suicida. A Esperanza Aguirre la está hundiendo Losantos. Con amigos así no se precisan enemigos.(Editorial del programa ‘A Fondo’ de Radio Intereconomía)

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